domingo, 19 de junio de 2011

UN EMPRESARIO - JORGE VILLATE



MARCELA JOYA


Este bogotano nacido el 31 de agosto de 1967 no le perdía nunca la pista a los programas de salsa de Javeriana Estéreo. De ahí, sacó el gusto musical que hace nueve años lo tentó a montar su propio bar, al cual llamó Casa Buenavista y que hoy día es también la única disquera independiente especializada en salsa. Es arquitecto y fotógrafo pero le hubiese gustado estudiar piano o percusión.

Amablemente me recibió en su casa una noche de martes del mes de abril de este año. Subimos a un tercer piso, en donde además de tener su oficina, se encuentra el estudio de grabación de la disquera y la bodega del bar. Vive en donde trabaja. Una casa de casi 400 metros cuadrados ubicada al costado oriental del Parque Nacional, que comparte con dos gatos y una perra (que por cierto tiene mi nombre).

Desde que fundó el lugar se ha dedicado a alentar el trabajo de las nuevas generaciones de músicos bogotanos, especialmente. Casa Buenavista es el único bar de la ciudad que programa más de dos horas de salsa bogotana cada noche de viernes y sábado. Jorge es un productor selectivo pero cree ciegamente en la proyección de las nuevas orquestas salseras, por eso ha grabado ya varios discos con ellas y tiene en mente hacer muchos más.

Le gusta bailar salsa pero lo que le fascina es programar música. Por eso sigue siendo el dj de su bar y no ha pensado nunca en contratar a alguien que lo haga por él.

MARCELA JOYA: Jorge, siendo usted un arquitecto dedicado a su profesión, ¿cómo es que se involucra en el mundo de la salsa?

JORGE VILLATE: Amo la salsa desde que estaba cursando mi carrera en la Universidad Nacional. Me convertí en todo un bailador, no me perdía fiesta alguna y con mis amigos nos la pasábamos metidos en todos los pequeños sitios de salsa que había en los alrededores de la Universidad. Era rumbero y aficionado a la música, solo eso.

JOYA: ¿Cómo pasa de ser tan solo un aficionado a fundar Casa Buenavista?

VILLATE: A mí me gusta mucho la música, me fascina el jazz, el reggae, el tango, el flamenco y muchas más, pero por la salsa deliro. Así que desde que era un rumbero independiente me daba vueltas en la cabeza la idea de tener algún día un lugar propio para poner mi música, pero era solo eso, una idea. Poco a poco fui conociendo todos los sitios de salsa de la ciudad y también me fui haciendo amigo de los dueños de esos lugares. Había muchas cosas que me gustaban pero también muchas que no, así que más me puyaba la idea de poner un lugar en el cual yo pudiera hacer exactamente lo que quería, porque no me satisfacía del todo ningún bar. Yo tenía una firma de arquitectos y el negocio andaba algo mal, hasta que un día la crisis estalló y me quedé prácticamente en la ruina. En ese momento dije: ―No más, no quiero seguir luchando por esto, quiero hacer otra cosa‖, y fue cuando decidí montar un bar.

JOYA: ¿Por qué un club? ¿Por qué llamarlo Casa Buenavista?

VILLATE: Cuando le conté a mi padre que quería poner un bar me dijo que estaba loco. Primero, por dejar la arquitectura de lado y segundo, porque según él las ideas que tenía pensadas eran demasiado estrambóticas para ser viables. Fui necio. Empecé a buscar una casa que no estuviese ubicada sobre ninguna vía principal ni sobre alguna zona de discotecas ni cerca de algún otro sitio de salsa. Quería una casa grande en la cual pudiera hacer todo lo que soñaba: poner música, presentar conciertos en vivo, rodar proyecciones de videos, tener oficina e incluso, vivir ahí. Montar un estudio de grabación no estaba en mis planes en ese momento, fue algo que surgió posteriormente. Después de ocho meses en la búsqueda la encontré, ubicada sobre la carrera 6 con calle 36, en un sector residencial. Por eso, me expidieron licencia para ser club y no bar o discoteca. En febrero del año 2000 abrí las puertas del sitio al cual llamé Casa Buenavista por mi predilección por Buenavista Social Club. No es quiera convertirlo en un bar de música cubana sino que me pareció un nombre bonito y sonoro. Lo pensé como un sitio al cual pudieran entrar desde un electricista y un obrero hasta un embajador o un artista. Un lugar en el cual no se sintieran las disonancias de las clases sociales o de los niveles culturales, porque finalmente la salsa es para todo el mundo, es una música sin clase, es para el bailador o para el aficionado de cualquier nivel socioeconómico. Luego, descubrí en internet un programa que hacía las veces de un Dj, en el cual podía almacenar, copiar y premezclar mi propia música, y sentí que con ello iba a lograr realmente lo que siempre había querido sin quitarme el privilegio de elegir la programación musical. Así que con eso y con la casa que tomé en arriendo por cinco años. Inicialmente, mi idea de bar se hizo realidad.

JOYA: ¿Al poner el bar en una zona residencial lejana a los conocidos sectores de la salsa en Bogotá no fue más complicado congregar un público salsero?

VILLATE: Yo hice varios cursos y diplomados de manejo empresarial y aprendí que cuando uno monta su negocio y empieza a competir tiene que buscar la forma que se adecúe a sus capacidades para hacerlo bien. Si mi empresa era más pequeña que las otras y no podía competir con precios, la opción era competir con diferencia. Cuando abrí el bar estaba rigiendo la Ley Zanahoria así que tenía que cerrar, como todos, a la una de la mañana y no existía la posibilidad de presentar música en vivo en un tiempo de funcionamiento tan reducido. Me encargué entonces de armar una buena parrilla de programación musical que fuese muy distinta a las tradicionales y que de igual forma gustara a cualquier tipo de público.

JOYA: ¿Sí fue posible lograr eso? ¿Cuál es la música que puede gustarle a todo el mundo?


VILLATE: La salsa es un ritmo que viene del barrio y que fue capaz de crear muchos movimientos a su alrededor. Por eso hay tantas versiones encontradas sobre los mismos fenómenos, por eso hay tantas discusiones y por eso tanta gente la escucha, la baila y la disfruta, y es gente muy distinta. Todo tipo de salsa puede aglomerar millones de personas diferentes. En Casa Buenavista se programa mucha salsa bogotana, que es una música que ahora muchas personas están aprendiendo a disfrutar.

JOYA: Pero finalmente no todo el mundo tiene los recursos económicos para entrar a Casa Buenavista ¿No son los precios del lugar un filtro para ciertos tipos de público?

VILLATE: En Casa Buenavista no siempre hay cover pero la gente entiende que por ser un club su mantenimiento es costoso y que la calidad de lo que se les ofrece es excelente. Los grupos en vivo, la comodidad, las bebidas, la programación musical. Lo que sí resulta costoso es emborracharse en Casa Buenavista. Yo no soy un gran bebedor y por lo mismo quise hacer un lugar al cual la gente no vaya con la idea de tomar para pasarla bueno. No exigimos un consumo mínimo, bien pueden entrar y beber solo una botella de agua en toda la noche, o tomar dos cervezas y disfrutar de la rumba y de los conciertos por menos de 20.000 pesos, que para ser en Bogotá, es realmente barato. Así que los precios no son para filtrar gente sino para evitar que algún cliente borracho incomode a los demás. Ese es el ambiente de Casa Buenavista, un ambiente más sano. Un ambiente musical en el cual no necesitas alcoholizarte para pasarla bien.

JOYA: Casa Buenavista es reconocido por ser el bar que más difunde la salsa bogotana y la colombiana. También sé que no programan artistas como Rubén Blades o Celia Cruz. ¿Por qué definió esa línea musical? ¿Por qué discriminar ciertos géneros de la salsa?

VILLATE: Es difícil definir qué salsa suena en Casa Buenavista, porque en realidad hay de todo un poco. Pero tengo claro que en este momento hay mucho talento local y mi forma de participar en el movimiento es apoyándolos y difundiendo su música. Los colombianos suelen tener la idea de que lo único bueno es lo que viene de afuera y de que las únicas producciones colombianas son las de Niche y Guayacán, o que después de La Fania la salsa se acabó. Y claro, si nos quedamos pensando en La Fania entonces la salsa sí se acabó, pues hace cuánto tiempo que no componen nuevos temas. Después de casi 40 años Cheo Feliciano sigue cantando El Ratón, y La Gente sigue pidiendo El Yerberito de Celia Cruz. Por supuesto que Cheo y Celia son grandes artistas y me encantan, pero en Casa Buenavista no suenan porque ya estamos aburridos de seguir escuchando lo mismo. Para ellos hay otros sitios y si lo que quiere la gente es escucharlos a ellos o a Blades pues deben ubicar ese lugar donde se los ponen. En Casa Buenavista somos de vanguardia y nos gusta sorprender a la gente. No significa que desechemos todo lo viejo, sino que buscamos lo exclusivo, lo particular, lo bueno. Hemos proyectado  algunos videos de Ignacio Piñeiros y de las Hermanitas Márquez, pero también de La 33 y de Yorubá. Tenemos una línea musical que se asemeja al estilo de los programas de salsa de Javeriana Estéreo. Y nuestra especialidad es la salsa colombiana. Creo que en este país hay muchas escuelas de música, como en ningún otro, y por eso es que los jóvenes están haciendo cosas, así es que si en las nueve horas que tenemos los bares para programar música seguimos poniendo La Temperatura y Gitana, entonces cuándo les damos espacio a los nuevos talentos. Nunca. Esa es una de las discusiones que alguna vez tuve con César Pagano, el dueño de Salomé Pagana, pidiéndole que escuchara a las nuevas orquestas y que les diera la oportunidad de tocar en su bar. Él no es necio pero sí algo radical con la idea de que la salsa ya fue, y le costó trabajo entender que hoy también se están haciendo cosas buenas. A él y a muchos otros que tienen en sus manos la posibilidad de darles alas a los nuevos músicos.

JOYA: Mantener un espacio con esta línea musical implica que usted esté siempre al tanto de lo que sucede en la escena de la salsa y supongo también que tenga una gran afición por buscar esas cosas raras y distintas para sorprender a sus clientes ¿Cómo lo hace? ¿Colecciona rarezas o algún tipo de salsa en especial?

VILLATE: Yo no me considero un gran conocedor de salsa. Creo que hay gente que sabe mucho y que yo solo sé algo. No soy coleccionista y veo muchos defectos en ellos porque valoran la música por cosas que no tienen que ver con la música. Le atribuyen gran valor a un disco porque el día en que fue grabado se unieron todas las constelaciones o porque el cantante se murió el mismo día pero del siguiente mes, o cualquier cosa por el estilo, y lo que logran con esto es que existan piezas musicales con precios inalcanzables o colecciones de música que valen todo el oro del mundo. Cuando yo escucho cualquier tema lo único que puedo decir es me gusta o no me gusta, mientras que un coleccionista lo valora por la forma en la cual se produjo la grabación, o por quién la grabó, o por cuánto tiempo después murió el que la grabó, en fin. Cuando yo era estudiante no tenía suficiente dinero para comprar discos, pero sí tenía acceso a la radio y podía grabar los programas que me gustaban en casetes. Me convertí en un asiduo oyente de los programas de salsa de Javeriana Estéreo, de ocho a nueve de la noche, entre semana, y de los programas de Caribe y Sol que duraban como cinco horas, los viernes y sábados. Para mí, Jaime Rodríguez, el director de la franja latina de Javeriana Estéreo, ha sido mi maestro de salsa. Era esa la forma antigua de bajar música, grabando de la radio. Creo que mi colección es 90% de casetes y casi toda la música proviene de Javeriana Estéreo, aunque también de un programa que se llamaba El Túnel del Ritmo de la Radiodifusora Nacional, y de otro programa de salsa del cual no recuerdo el nombre, que presentaba Gary Domínguez. Lo mejor de eso era que por ser música de las emisoras culturales siempre podía saber algo más sobre los temas, quién los hacía, cuándo, cómo y eso me gustaba mucho. Así es que esa ha sido mi manera de aprender. No soy un experto como puede serlo César Pagano, quien tiene un gran bagaje musical casi todo referido a Cuba, y una colección inmensa de música. La mía es de salsa colombiana, es más pequeña pero más variada. Compro los discos de música local, estoy muy pendiente de la movida y creo que ya hago parte de ella. Solo así puede funcionar mi empresa.

JOYA: Abrió las puertas del club justo en la época en la que estaba vigente la “Ley Zanahoria” y como dice usted era impensable presentar orquestas en vivo. ¿En qué momento se convierte Casa Buenavista en un bar típico de presentaciones de las orquestas bogotanas?

VILLATE: Yo abrí Casa Buenavista bajo esa norma pero solo la viví durante un año. Sin mentirte, a los 15 días de haber levantado la ley ya había varios músicos tocando las puertas del club para ser contratados. En un principio me negué pero no por no creer en ellos sino porque el  lugar aún no contaba con la adecuación necesaria para presentar a los músicos de una forma decente. Pero la insistencia de ellos me hizo recapacitar y adecuar rápidamente el sitio. Además, pensando empresarialmente era muy buena idea contratar a una orquesta de doce músicos que no iban a quedarse esperando a que la gente llegara a verlos por arte de magia, sino que iban a invitar a sus amigos, vecinos, conocidos, en fin, y eso sería una excelente forma de difundir el lugar, que apenas empezaba. La Ley Zanahoria ya había afectado bastante a los músicos y muchas orquestas se acabaron por ésta, así que había llegado el momento de apoyarlos de verdad y de valorar su trabajo, que no consiste solamente en ponerse en escena, sino que son los muchos ensayos que tienen antes de subirse a una tarima y su tiempo de estudio. Pensando en todas esas cosas empecé a mejorar el espacio para darles la oportunidad de sentirse en confianza a la hora de presentarse. El primer músico que estuvo en la tarima de Casa Buenavista fue El Chato. Un personaje que nos apoyó a nosotros muchísimo cuando el bar no era aún muy conocido. Luego vinieron los demás, La Real Charanga, La 33, la Conmoción Orquesta, Kimbawe, Calambuco, Salsamonte, y hasta la fecha, creo que ya todas las orquestas bogotanas han pasado por Casa Buenavista.

JOYA: ¿Cómo ha sido su relación con los músicos, en especial con los que ha hecho trabajos en conjunto?

VILLATE: He conocido personas en mi bar que van y me cuentan que tocan algún instrumento, luego, que ya tienen una orquesta, después, que ya están montando su repertorio, y finalmente nos hemos hecho amigos. Entonces hacemos la prueba y buscamos la mejor manera para que se presenten en Casa Buenavista. No estoy de acuerdo con la forma en la que muchos músicos son recibidos en los bares cuando van a tocar las puertas para que los dejen mostrar su trabajo. Lo que ellos hacen es llevar un demo y si al dueño medio le gusta les asigna un repertorio y los pone a prueba en vivo. Esa audición en tarima, en la mayoría de los casos, no es paga y si al dueño se le da la gana no los vuelve a llamar y hasta ahí llegan los músicos, sin plata y sin escenario para tocar. En Casa Buenavista pagamos ese trabajo porque respetamos al músico. Como para cualquier profesional su lugar de trabajo es la oficina, para el músico su lugar de trabajo es la tarima y por lo mismo deben ser tratados con respeto y con todas las garantías que tiene un trabajador corriente. Por eso Casa Buenavista no les permite consumir licor cuando van a presentarse y les brinda las mejores condiciones, como un buen micrófono y unos buenos parlantes, en principio. Lo que sucede en varios lugares es que no hay respeto por el sonido ni por la adecuación. Dicen que es porque los músicos están empezando y tienen derecho a sonar mal, pero eso no debe ser así, porque es un irrespeto tanto con ellos mismos como con el público que ha pagado por verlos. Otros les exigen que toquen los mismos temas de siempre, tienen que tocar al menos tres covers. En Casa Buenavista sucede todo lo contrario, una de las condiciones para que los músicos se presenten es que tengan un repertorio propio. El músico es para Casa Buenavista un amigo y así mismo se le trata y se espera que responda, a favor de esa amistad.

JOYA: Hoy Casa Buenavista ya cuenta con siete producciones propias y además es reconocida por ser la disquera independiente de los salseros. ¿Cómo se convierte el club en un sello disquero?

VILLATE: Desde que los músicos empezaron a tocar en vivo en Casa Buenavista descubrí que había talentos sorprendentes, pero que aún no habían tenido la posibilidad de grabar sus producciones por falta de dinero o de oportunidades. Poco a poco fui conociendo a los músicos y nos fuimos haciendo amigos, y empezamos a pensar en la posibilidad de materializar sus trabajos musicales en producciones. En ese momento empecé a trabajar como productor guiando a los músicos en la realización de sus proyectos, con la idea de hacer cosas diferentes, con nuevos arreglos y por supuesto, con un sello propio. Para un músico es muy importante grabar sus temas para poder difundirlos. En eso fue en lo que me empeciné, en buscar la forma de registrar las presentaciones en vivo de los músicos para empezar a trabajar sobre ellas. Lo que hice fue inventarme un sistema para poder capturar el sonido en vivo dentro de la casa, y ya teniéndolo digitalizado es muy fácil trabajar con él. Lo complicado fue conseguir el dinero, pero para eso participé en concurso de la nueva imagen de Presto Hamburguesas, me lo gané, y el dinero que recibí lo invertí en su totalidad en la compra de micrófonos, tarjetas de sonido y equipos para montar un estudio de grabación digital. Nos dimos cuenta entonces de que las grabaciones en vivo tienen un swing que no tienen las hechas en estudio y empezamos a trabajar con ellas. De este modo, los músicos, a quienes les gusta darse durísimo entre ellos mismos, se fueron dando cuenta de sus errores y empezaron a trabajar para mejorar y poder alcanzar el punto adecuado para producir un disco.

JOYA: ¿Y ese sistema que se inventó le sirvió a Casa Buenavista para realizar sus producciones en vivo?

VILLATE: No. Las grabaciones en vivo nos sirven para hacer arreglos y para trabajar sobre los errores, pero la calidad de un disco montado sobre el sonido en vivo es muy complicada de manejar si uno no tiene las condiciones necesarias. Casa Buenavista cuenta con un estudio pequeño y con los equipos suficientes apenas para digitalizar con excelente calidad el sonido que se graba en estudio.

JOYA: ¿Cómo es la propuesta de producción de Casa Buenavista? ¿Qué la hace diferente de las demás disqueras independientes que alquilan sus estudios por horas y cobran por ello?

VILLATE: Cuando los músicos alquilan un estudio de grabación deben pagar alrededor de 80.000 y 100.000 pesos por hora, y gastan en una producción alrededor de doce horas. Después, deben ir a la fábrica en donde les prensan los discos y después, conseguir quién diseñe sus caratulas y haga todo el trabajo de fotografía. Una producción de este tipo, por económica que sea, les está costando ocho millones de pesos, una suma de dinero que para unos recién graduados es mucho. Un día vi un video de Cachao que me dio la luz sobre cómo montar mi estudio de grabación. Me gustó esa forma en la que grababa su disco en vivo mientras una mujer le bailaba al lado y él, por su parte, estaba haciendo lo suyo sin tantas complicaciones técnicas ni tanto bombo. Pensé que esa debería ser mi forma de grabar. Simple: un buen micrófono y un excelente músico. No hay pierde. Mi propuesta empezó por crear una cooperativa con los músicos en donde yo pongo la estructura (un estudio pequeño, micrófonos, equipos de digitalización), ellos ponen la música, grabamos el disco, y todos tenemos derecho a lo mismo. Yo soy el productor ejecutivo, pero en términos prácticos soy uno más de ellos y estoy en las mismas condiciones. Casa Buenavista no se queda con el 80% de las ganancias ni pone el 80% del dinero. Todos ponemos lo mismo y recibimos lo mismo, en cantidades exactamente iguales. Entonces si en la Conmoción Orquesta eran doce músicos conmigo éramos trece, porque yo trabajo como un músico más. Casa Buenavista lo que hace es pensar en la música, pensar que en diez años tendremos de diez a quince producciones más y en que nos conozcan y en poder vivir de los conciertos, de la mano de los músicos, pero no abusando de ellos. Si vendemos muchos discos, fantástico, pero sabemos que eso cada vez va a pasar menos porque la cultura ha cambiado, porque existe internet, porque ya nadie compra discos, porque la música ahora es gratis y porque el formato y la forma de escuchar música han cambiado.

JOYA: ¿Ha funcionado ese trato con los músicos? ¿Cuáles son las producciones de Casa Buenavista hasta el momento?

VILLATE: Sí, ha funcionado siempre. La primera producción que hicimos fue la de Conmoción Orquesta y nos fue muy bien. Yo no tengo un negocio y aún me falta mejorar las condiciones del estudio de grabación, pero la calidad que tiene el sello Casa Buenavista ya es muy alta. A Casa Buenavista no viene gente a preguntar cuánto les cobramos por grabar un disco porque eso no es lo que hacemos. Nosotros realizamos proyectos en conjunto y entre todos buscamos los recursos para materializar las ideas. Sabemos que cuando grabamos corremos el riesgo de que si un carro pita en la calle nos toque repetir, pero también somos conscientes de que repetir no nos cuesta nada como sucedía antes en las disqueras tradicionales, pues la cinta análoga costaba mucho dinero y en ocasiones resultaba mejor dejar los errores que asumir los costos de la repetición. Así mismo, sabemos que el único tiempo que demora tener el producto en la mano es el que gastamos grabando y que la inmediatez hace que el producto final esté listo sin mayor demora. Por otra parte, Casa Buenavista también se encarga de las fotografías, pues creo que es importante verle la cara al Fabio García de la Conmoción, pues Fabios Garcías‖ hay miles, y lo que queremos es que la gente lo identifique a él y a todos, y que cuando vayan a verlos en tarima puedan reconocerlos. También me encargo del diseño de los discos, que es estándar para las producciones del sello, pero a cada cual le doy su propia personalidad. Diagramo las cartillas y hago todo tipo de arreglos al producto final.  Nunca he tenido el papel de ser el director musical porque no soy músico pero sí, les sugiero arreglos y les hago propuestas pensando en un mejor sonido. Aportó como alguien que ha escuchado mucha música y que tiene una humilde opinión que los músicos siempre han sabido escuchar. En pocas ocasiones he tenido que ser mediador entre los problemas personales del equipo porque cuando los hay influyen en la creación colectiva. Me pasó con Kimbawe pero no se logró llegar a ningún acuerdo y finalmente el grupo se acabó. Lo lamenté muchísimo porque tenía la esperanza de seguir trabajando con ellos en nuevos proyectos que los iban a llevar muy lejos. Con el resto no me ha tocado cumplir ese papel porque son grupos que ya están muy cohesionados, si bien no tanto como La 33, al menos si tienen un núcleo fuerte e indisoluble. Ya hemos hecho cuatro producciones de salsa, Conmoción Orquesta, Calambuco, Kimbawe y Yorubá; una de folclor, María Mulata; una de tango, Compás de Tango y una de bolero, Bolero Máximo. Lo intentamos también con La Real Charanga pero ellos finalmente no creyeron en las condiciones de mi pequeño estudio y el proyecto no resultó.

JOYA: Imagino que por más exclusivo que sea el sello Casa Buenavista la competencia existe, ¿cómo competir en el complicado mundo de las disqueras?

VILLATE: La tecnología te brinda hoy muchas posibilidades que hace unos años eran impensables. ¿Quiénes grababan antes? Los que tenían plata o las disqueras que apoyaban a los músicos que lograban convencerlas. El músico iba a una disquera y si ellos veían que era alguien con futuro lo firmaban para invertir en él con la esperanza de obtener ganancias. Eso sucedía porque los equipos de grabación eran muy costosos, pero con la tecnología digital, que es la que tiene Casa Buenavista, ya no es así, y grabar un disco para un músico de hoy no es una gran hazaña. Sucede lo mismo que con el bar, no competimos con precios sino con diferencia. A Casa Buenavista la piratería no le afecta; por el contrario, como juego el papel de ser un músico más, ayuda. No tengo la capacidad de producir un millón de copias y si la piratería llega a esos topes con alguna de mis producciones, pues grandioso. Las disqueras han sido perversas y lo siguen siendo, de paso le han hecho mucho daño a la salsa. Nuestro primer punto de diferencia es que a nosotros nos interesa lo mismo que al músico: hacer música. La segunda, que somos leales. Y la tercera: no nos afecta la piratería. Miremos por ejemplo el caso de Andrés López, él se hizo famoso gracias a que en todos los semáforos de la ciudad distribuían su video. Y si eso pasa con nuestras producciones, bienvenido sea.

JOYA: ¿Por qué dice usted que la perversidad de las disqueras afectó significativamente a la salsa? ¿Sabe cómo funcionaban o funcionan?

VILLATE: En una disquera normal al músico que firman, lo graban, lo patrocinan y le dan publicidad, pero en dinero blanco solo le queda el 20% de las ventas, que si son pocas no le dejan nada. Las disqueras funcionan así: el músico va a mostrar su trabajo, le pueden decir arbitrariamente que no o le reciben el demo y lo guardan eternamente cuando no les causa mayor impacto. Como le sucedió a Franco de Vita o a César Mora, quienes duraron guardados más de siete años porque a algún ignorante no le parecieron valiosos sus trabajos. Pero lo más perverso que han hecho las disqueras y que con seguridad fue lo que les sucedió a estos artistas, es que cuando dos músicos que hacen cosas muy parecidas les gustan, los firman a los dos, les graban el disco a los dos, pero solo promueven a uno y al otro lo guardan. Entonces tienen al artista que les produce dinero y además, han aniquilado cualquier tipo de competencia guardando al otro. Y cuando digo que le hicieron mucho daño a la salsa me refiero al tema comercial de los nombres de cantantes. La gente sabe hoy de Gilberto Santarrosa y de Tito Nieves y de Tito Gómez y de Eddie Santiago, que no niego que sean grandes voces pero, ¿dónde quedan los músicos que están con ellos? Los invalidaron, no existen. Para las disqueras resultaba más fácil posicionar en el mercado un nombre y un rostro bonito que a un equipo de músicos. Entonces grababan la voz de los cantantes y al baterista, trombonista o saxofonista lo cambiaban cuando les pareciera. Luego, los empresarios empezaron a traer figuras pero no a los músicos. Entonces traen a Henry Fiol y acá le montan una orquesta improvisada, si es que le montan orquesta y no le ponen pista. Hicieron que se olvidara un poco que la buena salsa es buena porque hay un equipo, porque hay buenos cantantes que tienen buenos músicos. Entre otras trampas que hacían las disqueras, como grabar con unas voces y poner en la carátula fotografías de otras personas o cosas por el estilo.

JOYA: ¿Cae la tecnología como un bloque de hierro sobre las casas disqueras tradicionales? ¿Cómo siente usted que recae la era digital sobre la música?

VILLATE: Fue un golpe duro, con las nuevas tecnologías los músicos no necesitan pasar por una casa disquera para existir. No necesitan ser firmados para sacar adelante sus proyectos. No es indispensable para ellos que las casas disqueras los patrocinen. Como le sucede a La 33, a quienes las disqueras les cerraron las puertas en la cara y ahora les piden que firmen, pero a ellos ya no les interesa. La era digital nos permite hacer muchas cosas y no se necesita ser un ingeniero de sistemas para poder lograr lo que uno quiere. Por ejemplo, el mismo día que grabé el disco de boleros de Máximo Llanes le pasé una copia remasterizada a un amigo, quien a su vez se la pasó a otro amigo y al otro día de haber grabado en estudio los temas ya estaban sonando en radio. Algo increíble que hoy permite la tecnología y que las casas disqueras aún no aceptan. Así mismo, la forma de escuchar música ha cambiado. Hay radio en internet, podemos descargar álbumes completos de forma gratuita y podemos tener la música en dispositivos de diminuto tamaño. Todo implica inmediatez, los discos cada vez tienen menos compradores, la música del mundo y para el mundo cada vez se difunde más y eso a mí me parece valiosísimo.

JOYA: Muchos melómanos apasionados ya sienten nostalgia por la pérdida de la cultura del disco, y de algún modo es cierto que cada vez se venden menos y se consiguen menos discos. ¿Será que desaparecerán? ¿Va la salsa por ese camino?

VILLATE: Solo compran discos a los que les parece romántico tener su colección de música y porque además los discos van acompañados de literatura y de fotografías. Comprar discos ya es un culto y no una necesidad, por lo mismo, los más jóvenes no invierten su dinero en eso y ni les interesa. Se impone ahora una nueva forma de escuchar música y de entenderla, que es abrazando al mundo, conociendo músicas de todas partes. A la salsa le ha ido muy bien con las nuevas tecnologías, porque es posible saber y conocer que tanto en Japón como en China, en Asia, en África y en Escocia también se hace salsa y que todos tenemos acceso a ella, así como ellos tienen acceso a la música de nosotros.

JOYA: Según la encuesta que cada año realizan para la web de “Salsa Bogotá”, Casa Buenavista ha sido elegido durante tres años consecutivos como el mejor bar de salsa de Bogotá, ¿cuál es la estrategia? ¿si la hay?

VILLATE: La estrategia es simple: calidad, selección con criterio y amor por la música, con todo lo que eso implica. Casa Buenavista es amiga de todos sus clientes frecuentes y finalmente, como su mismo nombre lo indica, es una casa, es un hogar para los salseros, para los amantes de lo nuestro.



Fuente: 14 SONES
Una historia oral de la salsa en Bogotá
Marcela Joya
Trabajo de grado para optar por el título de comunicadora social y periodista
Director:
Mario Jursich Durán
Pontificia Universidad Javeriana
Facultad de Comunicación Social y Lenguaje
Comunicación Social
Bogotá D.C 2009

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