domingo, 28 de agosto de 2011

UN MUSICO - OXAMENDI, UN PIANISTA CUBANO PIONERO

JOSE LUIS VALENCIA



La visión se le fue perdiendo, como en un túnel, en los últimos ocho años.

Nadie adivinaba qué le pasaba al pianista cubano hasta cuando un médico y paisano le dijo lo más suave que pudo: "Toño, es glaucoma".

Le tocó dibujar el teclado en su mente y acariciarlo con sus manos, como un viejo conocido, para recomponer el paso, entre trompetas, bajos, congas y maracas.

No se le ve triste en los ensayos ni en las noches del restaurante Cubiche, en el norte de Cali, donde un retrato a mano de Fidel Castro fumando, corona la pared. Pero añora cuando podía ver la cara de sus dos hijos, sus amigos y los rumberos de alguna feria.

O las ya lejanas calles y casonas de Cuba: "Tengo esperanzas de ver otra vez. Lo que no tengo es dineral para ir a Cuba porque creo que allá sí me pueden operar".

Después de 38 años sería un regreso a Matanzas, la cuna de la Sonora Matancera, a la que no volvió.

Del piano, Oxamendi se enamoró a los 7 años, junto a sus tres hermanos, porque Carolina Ralló, la mamá, una pianista fina, los metió al conservatorio.

En 1969, cuando tenía 32 años, se montó en un avión entre las estrellas del Conjunto Casino, que resonó tanto como la Sonora, con éxitos como El Baile del Pingüino. Así conoció a Europa, Estados Unidos y el resto de América.

A la hora del regreso, Antonio Asunción Oxamendi se quedó en Colombia, en Bogotá. Y se despidió de esos maestros de Casino, que murieron luego en la isla.

Entró a la orquesta de Pacho Galán, que reinó con Cosita Linda y La Vieja Mayo.

Después fue trotamundos entre las orquestas de Clímaco Sarmiento; Monterrey con Piper Pimienta y la Charanga Cubana de Benny Bustillo.

Tocando en "El infierno" conoció a Jairo Varela, el creador del Grupo Niche. “El infierno” era un restaurante chocoano en la carrera Séptima: "Allá la rumba empezaba a las 9 de la noche y terminaba a las 2 ó 3 de la tarde del otro día".

En 1981, Oxamendi se sentó en el piano de Niche. Y Varela escribió Buenaventura y Caney, luego Mi Negra y la Calentura: "Fue un viaje directo a Nueva York".

En 1982, murió de repente doña Carolina en Cuba. "No quise ver a mamá en el funeral. Después fue mi padre. Dos de mis hermanos también murieron ya".

Su madre fue quién le aconsejó que siguiera la carrera en el exterior: "No volví por eso, no hay otra razón".

Una mañana de 1999 Oxamendi se despertó viendo borroso. Le recetaron gafas pero un enemigo silencioso, el glaúcoma -cuando el ojo no puede drenar su fluido y aumenta su presión-, no perdona.

Lo operaron en Palmira. Pero nada: "Yo veo sombras nada más, como en el bolero".

Aprendió a moverse en su casa del centro de Cali, donde no permite que le muevan nada.

El piano, un compañero cuando sale o entra, es un regalo de Varela.

Ya cerca del 15 de agosto, cuando cumplirá 70 años, toca con Son del Caribe, dirigido por su paisano Enrique Meléndez, un conguero que tocó con Celina y Reutilio: "Antonio es un iluminado".

Oxamendi quiere ver a su hermano José Ramón, concertista y profesor en Cuba, como volver a ver a Matanzas.

"Nunca sufrí de nada y estoy programado para vivir 104 años, pero desde el escenario quiero ver cómo la gente baila y se ríe con una rumba mía".


Fuente: El Tiempo
Autor: José Luis Valencia
Corresponsal Cali
Sección: Otros
Fecha de publicación: 28 de julio de 2007


NOTA DE NUESTRA COSA BOGOTANA:

Antonio Oxamendí hizó parte de la nómina del Grupo Niche que grabó el primer álbum "Al Pasito" publicado en 1980. Sus compañeros de elenco fueron:

Fabio Espinosa: Trompeta
Danny Jiménez: Trompeta
Alexis Lozano: Trombón
Ali (Tarry) Garcés: Sax & Flute
Fredy Sanchez: Conga
Alfredo (Pinchrilo) Longa: Bongo
Enrique Breton: Bajo
Iván (Palomita) Conde: Trés
Omer (Tuto) Jiménez: Vocal
Jairo Varela: Coro
Omer Jiménez: Coro
Álvaro Del Castillo Coro


domingo, 14 de agosto de 2011

EL ORIGEN DE SALSA AL PARQUE

FERNANDO ESPAÑA


El verano bogotano es una fiesta plena en actividades ciudadanas, deportivas, culturales, artísticas y musicales, entre las cuales sobresale la producción anual del Festival Salsa al Parque. 

Una temporada de sol, vientos y agua consecuente con una urbe qué, pese a su problemática social, desde la administración del alcalde Jaime Castro había tomado un rumbo en beneficio de sus habitantes. Y precisamente, en las políticas ciudadanas trazadas durante esa burgomaestría, acontecida entre los años 1992 a 1994 se encuentra el origen de los festivales al aire libre con marca “Al Parque”, qué hoy, dos décadas después, orgullosamente celebran, recrean y exhíben los bogotanos, de todas las regiones de Colombia, "sin arrojar una colilla de cigarrillo al piso o una lata de cerveza vacía a la grama", frase acotada con admirada agudeza por el investigador puertorriqueño Elmer González.  

Fundamentado en el Estatuto Orgánico, el equipo de trabajo de Castro se dió a la tarea de implementar los procesos de descentralización del Distrito Capital. De allí surgieron los Festivales de Cultura Popular y los Encuentros de Música Joven que derivaron en eventos como "los" Al Parque. Había músicos y públicos por doquier con ansía de expresarse y entretenerse desligándose de las ofertas discográficas de la radio comercial. Los resultados son palpables: Rock al Parque, las bandas de rock locales, el movimiento "identidad fusión"(?) -o mal denominado también música urbana- como el fenómeno cumbiero, los restantes festivales Al Parque como Jazz al Parque y Colombia al Parque y las más de veinte agrupaciones de salsa (y de los demás géneros) constituidas en su mayoría  por una generación de músicos que por entonces se destetaban.

Así lo entendieron y visualizaron personalidades del sector público, como las antropólogas "salseras" Gloria Triana y Bertha Quintero, percusionista co - fundadora de Yemaya Orquesta, responsables del ordenamiento del entretenimiento público con criterio cultural y sustancia artística, cosa que birla con un facilismo moral el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD). La administración de la cultura en Bogotá ¡por fin! era diseñada y operada por funcionarios o administradoras académicamente preparados, diferentes a los señores y señoras con ideología elitista, clasista, excluyente y racista que estimaban que el arte era cosa de cocina, croché, hora del té, favores electorales y repartición de contratos. Fue entonces, cuando oportunos el promotor Julio Correal y el músico actor Mario Duarte, de la banda La Derecha, propusieron la realización de Rock al Parque, luego del éxito en asistencia de público al Encuentro de Música Joven organizado por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo (IDCT) en el Planetario Distrital.  

Antes de continuar, vale resaltar que la administración Castro contaba con una herramienta soportada sobre el espíritu de época que vivía el país, especialmente en Bogotá, la nueva Constitución Nacional que la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 había emanado y de la cual había sido constituyente el constitucionalista Jaime Castro bajo la presidencia de César Gaviria, quién durante su posición había dado la bienvenida al futuro a la nación colombiana. Buena parte del alma de la Constituyente ¿quién lo creyera? se había "debatido al ritmo de las estrellas del son y la salsa" ,desde los setentasen salsotecas como el Goce Pagano (tres sedes), Quiebra Canto (tres), Galería Café Libro (dos), La Teja Corrida, Salsa Camará, Borínquen y Sonfonía, la original, rumbeaderos frecuentados por constituyentes (y sus asesores) y por personas como Triana y Quintero. En estos espacios de la noche cultural se respiraba un país multiétnico y pluricultural y una metrópoli incluyente, participativa y corresponsable esperanzada en los derechos, deberes y garantías de nacionales y foráneos. 

De Rock al Parque a Salsa al Parque había un paso. Su gestor, Guillermo “Memo” Pedraza, un músico bajista, director de la Charanga de la Candela, nombrado gerente del Área de Música del IDCT por el gabinete de Antanas Mockus, gestión administrativa de vanguardia en el diseño e implementación de políticas progresistas ciudadanas, reflejadas en el habitat de la moderna capital reconocida por propios y galardonada mundialmente en vigencias posteriores. 

Apoyado por Carlota Llano, Subdirectora del IDCT, Pedraza se dio en 1997 a la tarea de crear Salsa al Parque, para lo cual convocó, consecuente con el avance democrático participativo de la ciudad, al sector salsero constituido por músicos, radiodifusores y coleccionistas para que aportaran ideas, conceptos, contactos y esfuerzos. Entre los asistentes se encontraban el investigador César Pagano, el cantante César Mora, músicos "contados con los dedos de una mano" y "uno que otro" realizador de programas en las emisoras culturales y universitarias, reales y únicas impulsoras del proyecto ciudadano. Como siempre no asistió ningún miembro de la radio comercial. Con los pocos asistentes, y con quienes aceptaron, se montó el Comité Organizador.

Atendiendo las políticas de cultura ciudadana, fomento musical y formación de públicos de la Alcaldía Mayor, y a las experiencias acumuladas en producción con Rock al Parque 1995 y 1996, se diseñó Salsa al Parque, tal como hoy avanza, con sus contados desaciertos e inmensos logros. La primera versión se convino producirla en dos locaciones, los parques de la Independencia y Simón Bolívar, resultados de la consideración de los espacios públicos como escenarios de concertación política, social y cultural democrática.

En aquella primera ocasión se decidió homenajear a Miguel Granados Arjona, pionero en la introducción de la salsa neoyorquina en la capital. En el Parque de la Independencia se realizó el Primer Encuentro de Radiodifusores y Coleccionistas con la participación de Moncho Viñas, Ismael Carreño, Álvaro Quintero, Néstor Castro, Rafael Rojas, Luis "Bilongo" Hernández, Clemente Sierra, el propio Granados Arjona, de Jorge Alfredo Sánchez, "Salsita", y Fernando España, todos ellos los "verdaderos" iniciadores de los encuentros de coleccionistas, melómanos, radiodifusores y "disjockeys" en Bogotá. ¡La convocatoria fue extraordinaria! Los salseros bogotanos colmaron las graderías hasta los "penthouse"de las Torres del Parque, hicieron tanto ruido con el "titicó có có" en las campanas, que una tercera versión en el mismo escenario fue imposible organizarla allí consecuencia de una tutela.

En el Parque Simón Bolívar se llevó a cabo el festival de orquestas locales e internacionales. Las agrupaciones locales seleccionadas mediante su concurso en eliminatorias y las internacionales a través de invitación. Por Bogotá, se destacaron el conjunto de Aristarco Perea -entre sus músicos se hallaba de bongocero Senén Mosquera, el ex - futbolista precursor de la salsa en la urbe-, el Ensamble La Moderna y Borey Orquesta y, por Cuba, la Orquesta Original de Manzanillo y N.G. La Banda, la agrupación que por entonces era observada con el mayor respeto por los salseros del mundo. Recuerdo cuando Granados Arjona, "El Viejo Mike", se acercó a Eduardo Corredor, presentador oficial del Festival, y a quién suscribe está reseña, animador en tarima de la primera y segunda ediciones, para manifestarnos mientras se presentaba la "bandota" de José Luis Cortes: “Estos cubanos son extraterrestres”. Infortunadamente fueron menos de cinco mil, las personas testigos de la presencia "salseromarcianohabanera" en la capital. 

Luego de Pedraza y de ser integrante de sus equipos de producción, durante buena parte de la primera década del siglo XXI asumiría el liderazgo de Salsa al Parque, Jeannette Riveros, música fundadora de Yemaya Orquesta como Quintero. Luchando contra "vientos y mareas"  con presupuestos irrisorios, Riveros llevó a buen puerto una celebración que durante algunos años parecía venirse a pique y ser clausurada pese a coincidir con la administración de un burgomaestre como Lucho Garzón, proveniente de la izquierda "social rumbera, vacana y salsera". "En este caso no hubo astilla de tal palo, ni rajó leña ni prestó el hacha...! La Zurda Salsera generadora de los eventos al Parque hizo muy poco, casi nada, nada, una vez en el Palacio Liévano para engrandecer "su" festival.

Ahora, es el momento, cuando "muchos se suben al bus" de lo realizado, evocar como numerosos personajes del sector, incluso beneficiarios actuales de Salsa al Parque, se burlaron "socarronamente negándose a participar" tanto en aquel 1997, año de la primera versión, como en las siguientes, como de la gestión de sus responsables en vigencias posteriores, ignorantes de lo que es una política de Estado, desconocedores de la dificultad en los principios, creyentes en el facilismo en los procesos y ingenuos en el pensar mágico que considera que todo se da por generación espontánea, sin vislumbrar que se proyectaba año a año el futuro de la salsa en la capital. 

Aunque, en verdad, ya es hora de la maduración conceptual de un festival actual que goza de una perspectiva retro, profundamente anacrónica y sin dimensionar su fenomenología contemporánea, tanto en su organización como saber y programación salseros, pese a la selección y contratación de formidables músicos y estelares agrupaciones -locales, nacionales y extranjeras- de gran calado y los cambios administrativos de entidades y funcionarios. 

Aún así, aquí, entre nos, me enorgullezco de haber sido miembro del comité fundador, proyectista y conceptualizador de Salsa al Parque.

¡Salsa al Parque es un festival de todos sus ciudadanos y ciudadanas!


P.D.: En síntesis, quiero manifestar con anterioridad a la realización de Salsa al Parque 2011 qué, el "éxito" de un evento como Salsa al Parque no puede "medirse" por el número de asistentes a la Plaza de Bolívar, sean estos pocos o "lleno total". Este ítem sólo es un indicador en el plazo inmediato. La asistencia sólo es un factor dentro de su filosofía, políticas, historia e impactos social, cultural y musical. Es importante, como la elección y contratación de "estrellas salseras", cómo el cartel y calidad de las actuaciones, qué sólo son una parte también. Salsa al Parque es un todo qué, a su vez, es una parte de la gran ciudad, de su cultura salsera ciudadana. Desde ya es un "éxito" en asistencia como la nómina en el cartel, aunque falta "alguien" o "algunos" de la contemporaneidad salsera mundial.




domingo, 7 de agosto de 2011

EL SUR EXISTE


FERNANDO ESPAÑA




A

Miguel Granados Arjona
y Senén Mosquera.

Breve historia tendenciosa (como otras) de la salsa en Bogotá

El cepillado de las nebulosas
ya no me parece difícil...

Julio Cortázar.


Cuánto sesgo informacional ha circulado desde el día aquel del año 1968, cuando Miguel Granados Arjona programó en Radio Continental, aquel tema de Ricardo Ray y Bobby Cruz que se convertiría, al parecer "Richies Jala Jala", en el primero del movimiento salsero neoyorquino escuchado en la radio bogotana. 


- ¡Señoras y señores, la orquesta de Richie Ray and Bobby Cruz!


Según El Viejo Mike, desde entonces la gris ciudad no fue la misma, tímidamente empezó a descender a su paisaje los colores del arco iris que la acompañaba desde su fundación. Cuenta Miguel qué, debido al éxito de su programa, las señoreras damas grises y los ataviados caballeros de negro, de la cabeza a los pies vestidos con sombrero, sastre y paraguas, se quejaron ante diferentes instancias gubernamentales "por los efectos contrarios a la moral pública, a la buena educación y a la sana ética qué podría estar acarreando en las nuevas generaciones, esa música extranjera estridente, promocionada por un locutor con acento costeño en Todelar”.

Los guardianes de las “buenas costumbres chapinerunas” observaban que jóvenes negros acicalados con un peinado extrañamente inflado y redondo, no se dirigían hacia la calle 60, abajito de la séptima, a la tan mencionada discoteca La Bomba, asistida por muchachos de tez clara y cabellos largos, sino a un local ubicado en inmediaciones del Parque Lourdes, en la calle 63 arribita de la carrera 13, donde se escuchaba la música ruidosa que el barranquillero de Radio Continental colocaba. Los hippies sicodelicos del "African Look" ingresaban a Mozambique, la pionera de las salsotecas capitalinas, a bailar salsa.

Este son montuno se traba...

Su fundador era el portero del club de futbol Los Millonarios y de la Selección Colombia: Senén Mosquera. Un chocoano, quién, según Granados Arjona, fue en realidad el promotor de la salsa neoyorquina en la ciudad mas cercana a las estrellas que al Mar Caribe. La programación de Mozambique incluía los sones cubanos del Trío Matamoros, de la Sonora Matancera, de la Orquesta Aragón, del gran Benny Moré, de Los Guaracheros de Oriente, del Conjunto Casino, de Arsenio Rodríguez, del boricua Daniel Santos y el excomulgado "rey del mambo" Pérez Prado, y la moderna salsa de Alegre, Cesta, Fonseca, Cotique, Tico y Fania, los sellos discográficos que registraban en sus pastas la atmósfera sonora vivida en “El Barrio” neoyorricano sesentero. Senén permanecía actualizado en materia disquera, debido a sus contactos en Nueva York, Barranquilla, Cali y Buenaventura.

Para El Viejo Mike fue en Mozambique, para Hernando Gómez en el Loto Negro de Venecia, para otros en el Bembe de la Negra Esperanza, algunos aseguran que fue en La Gran Gaité, del también exfutbolista santafereño Hernando " El Mono"  Tovar, la salsoteca donde primero se puso a Ricardo Ray, a los hermanos Palmieri, a Ray Barreto y al “Rey del boogaloo” Pete Rodríguez, a los durísimos Joey Pastrana y Johnny Colón, así como a los Hermanos Lebrón, Joe Cuba, Larry Harlow y al Gran Combo, continuador del legado de Cortijo. En simultánea a como se vivenciaban en el Spanish Harlem, donde el boogaloo, el jala jala, el shingaling y las descargas, desplazaban al mambo y la pachanga a una época anterior al periodo salsoso que amenazaba tomarse el mundo. Aunque, con certeza, la pachanga se continuaba programando y bailando junto a los mambos de Tito Puente, Tito Rodríguez y Machito, “los reyes del Palladium” neoyorquino.

Zarabanda, ahora estoy en la pachanga..

Mientras tanto, un buen número de la "gente de bien cachaca" se persignaba en nombre de la tradición, la familia, la patria y la propiedad privada, presionando por la finalización del musical "del Señor Granados Arjona”, tenían como llegar hasta las directivas de la cadena radial, quienes también sabían de los pesitos pesotes que esa audiencia salsera en crecimiento le podía continuar embolsando al "circuito del pueblo colombiano". Decidieron entonces trasladar el bravío sonar de las voces, tambores, trompetas y trombones urbanos del Caribe neoyorquino, sintonizados religiosamente por millares de bogotanos, a una emisora de menor influencia informativa como la Voz de Bogotá.

Por aquella época, la inexistencia de emisoras en el F. M. era absoluta, además la competencia en el A.M. no era tan reñida debido al escaso número de radioestaciones. De todas formas se seguía con la audiencia y más. Sin proponérselo, el “mulato” Granados Arjona junto al “negro” Mosquera le mostraban a las clases tradicionales bogotanas el oído sonoro de una Colombia que escuchaba más allá de los bambucos interpretados por Garzón y Collazos, las gaitas de Lucho Bermúdez, el vallenato de cuerdas de Bovea, el “chucuchucu” de Gustavo "El Loco" Quintero con Los Hispanos o Los Graduados, y los zapatos “bom bom” de Oscar Golden, los músicos favorecidos por el establecimiento radiofónico.

Lloran, lloran los guaduales,
por que también tienen alma...

Por entonces, a la suerte de prácticas sonoras apeadas de Cuba, Puerto Rico y Nueva York no se les llamaba salsa sino música antillana, teniendo en las gentes provenientes de la Costa Atlántica y del Valle del Cauca a sus principales cultores, los mismos quienes se trasladaban en busca de mejores oportunidades a una Bogotá en proceso de modernización, proceso que afectaba su cultura y costumbres como su paisaje y entorno, todo andino. La capital no estaba preparada administrativa, ni lo estaban sicológicamente los habitantes de La Macarena, Alfonso López, Palermo, Divino Salvador, Sears, Teusaquillo, Quinta Camacho y Chapinero, los estratos medios y altos, para recibir las oleadas de colombianos de pigmentación oscura con su idiosincracia calentana.

El sonido de “El Barrio” neoyorquino arribaba a una urbe donde sus más antiguos habitantes sabían de la existencia de las rumbas africanas, andaluces, canarias, gitanas y caribeñas, las conocían desde los tiempos de la colonia, habían danzado las contradanzas que originaron el danzón en la época de la independencia, disfrutado de los sones en su clave y estructura cubana desde comienzos del siglo XX y bailado los aires caribeños desde cuando los sellos de Barranquilla y Cartagena, como Tropical y Fuentes, decidieron importar hacia el interior sus numerosas agrupaciones que ejecutaban cumbias, porros, gaitas, sones, guarachas, merengues y mambos en formatos de big band y sonora.

San, San, San Fernando...

Estos géneros, o sus derivados, se enraízaron de una u otra manera en las gentes de algunos barrios del sur bogotano, en los habitados por zapateros como el Restrepo, o por obreros como el Quiroga, o por asalariados de esquina como los asentados en Ciudad Montes o en el Kennedy, o por comerciantes de sectores aledaños al Venecia, vecindario próximo a Soacha. Trabajadores que tenían reservado para El Todopoderoso, como para el mambo y la pachanga, los días domingos. El gremio de los zapateros tenía los lunes como los escogidos para su descanso laboral, lucimiento artesanal zapateril, exposición colectiva de bailes y pasos y habladurías sobre sus colecciones en vinilo. ¡Los famosos lunes del zapatero! En Bogotá, todo no era tristeza y lamento como se ha desinformado.

Para los tiempos de “Rumbaland” de los Toledo, “Salsoul” de Alfonsito Martínez y “El Sol de Medianoche” en Luna Park, en los setentas / ochentas, la salsa en Bogotá no era un fenómeno relativamente nuevo como todavía se promulga. El camino venía allanado para el advenimiento de los mesías salseros de Fania. Quizá comienza con aquella primera presentación en 1934 del Trío Matamoros en el Teatro Faenza o con una gira anterior del Sexteto Boloña. Desde entonces, incluso antes, se escuchaba y tocaba en la andina ciudad música antillana. Se la disfrutó al interior de las grandes casas, luego en los salones de baile de los altos clubes y en los hoteles como el Granada, en las salas de cine que programaban el cine de la rumberas cubanas producido por la industria mexicana o en las casetas como "la de las Estrellas" en Soacha, en las reuniones familiares del hogar de los Bazanta y en los vecindarios donde el partido comunista adelantaba proselitismo castrista con los sones de guitarra de Carlos Puebla, Celina y Reutilio y, ¡paradójicamente!, Guillermo Portabales.

A caballo vamos pa´l monte...

Avanzaban los tiempos y muchos de esos “indios patirajados y guaches” que habitaban en los barrios obreros, donde los partidos de izquierda amenizaban sus fiestas combinando todas las formas de rumba, a su vez sintonizaban las selecciones salseras de Granados Arjona. Un rinconcito costeño programado por supuesto al gusto del céntrico Santa Fe, barrio latino donde residía el “cartel del pandebono”, como llamaba el papá de Evelyn a sus coterráneos vallecaucanos, quienes disputaban a los costeños el alquiler de locales de dimensiones reducidas para establecer sevicherías, donde instalaban grabadoras de cinta emitiendo la voz de Adalberto Santiago cantando en coro con la Típica 73:

No es por nada mi cielo,
no volveré contigo...

Un mozambique de los estaderos barranquilleros como La Troja, qué personajes como Miguel importó a Bogotá para promocionarlo en su "show de la Jirafa Roja", mientras comerciantes boyacenses como los hermanos Cardona o Vargas, clandestinamente contrabandeaban acetatos desde Venezuela para colmar los andenes de la Plaza de San Victorino y las casetas de la Avenida 19. Adonde asistirían las nuevas generaciones de cachacos corrompidos por la moral salsera y la ética sabrosa de Granados y Mosquera, francamente amenazadas por la altura, el clima y los vientos que desde siglos anteriores obligaron a un sector de bogotanos a adoptar costumbres de puertas para adentro, estimulados por ideólogos racistas, quienes no podían ver a un costeño acomodado sonando en una cadena radial con otrora poderosa influencia social, o a un negro trabajando pesitos para invertirlos en el bienestar de los suyos.

Millonarios será campeón,
Millonarios será campeón...

Y saber que Miguel, el hincha del Junior, y Senén, el arquero de Millonarios, como numerosos colombianos provenientes de distintos lugares, todavía son invisibilizados en los programas de televisión de los canales institucionales locales como en otras instancias, por ejemplo académicas, donde siguen convencidos que los cambios de la década de los sesenta parecieran haber sido motivados solamente por los protagonistas de la cultura del rock.


Cuero estirado, corazón contento...


Por ahora, ¿cuántas horas se continuarán invirtiendo para continuar insistiendo que los cambios radicales efectuados en los años sesenta fueron gestas exclusivas de jóvenes blancos pequeño burgueses seguidores del rock and roll, como los que asistían a La Bomba, mientras ninguna para relatar como la salsa neoyorricana tuvo influencia en las transformaciones sociales y generacionales de aquellas décadas? ¿Cuando se narrará la historia de la capital colombiana desde sus barrios periféricos y desde sus céntricos como el Santa Fe, donde pasaban sus ratos “discjokeys” y bailarines de “La Jirafa Roja”, “Los Escondites”, “El Palladium” de Camilo, “El Corso” de la 72, “La Montaña del Oso”, “Caño 53”, "El Tunjo de Oro", “Rumbavana” y “Melodías” de Pedro Puente?

Los zapatos de Manacho son de cartón,
son de cartón, de cartón...

Hasta el momento los intelectuales de la bohemia nocturna, sesgadamente divulgan el mito oficial que la salsa en Bogotá se hizo a lo largo de la carrera séptima. Verdad institucionalizada, al parecer inmodificable, multiplicada en miles de ocasiones y textos elaborados desde las inmediaciones de La Macarena, Chapinero Alto, La Zona Rosa y el Parque de la 93, sectores de la gran ciudad donde prima la mirada salsera a través de los lentes existencialistas de Andrés Caicedo, la reflexión rumbera mamertizada y el imaginario audiovisual construido desde Alfonso Lízarazo.

Honores a Miguel, Senén y a todos los pioneros de la salsa en Bogotá, como la Negra Esperanza en su Bembé o los asistentes al "Orines Hilton" en la inmediaciones de Caracol Radio en la Calle 19, donde quiera que se encuentren, con esta suerte de escrito sin género y sin mencionar al “Goce Pagano”,“Quiebra Canto de la 17” y las “Galería Café Libro”.

¡El sur bogotano como espacio simbólico salsero existe!