viernes, 2 de septiembre de 2011

ECOS DE SALSA AL PARQUE

FERNANDO ESPAÑA








Cuando “a retornado” la salsa a la escena bogotana, luego de dos décadas de ostracismo público, valga el momento para realizar un paneo al estado de cosas una vez realizada la versión catorce de Salsa al Parque, “summun” de la historia, del presente y el futuro del género en la ciudad.

Este panorama está fundamentado en artículos de prensa, cubrimiento de estaciones de radio y televisión, comentarios en estados, notas y foros en Facebook, videos posteados en You Tube, programación del festival, conversaciones con neófitos y expertos y en saberes, reflexiones y experiencias de una vida personal dedicada a un complejo cultural, LA SALSA, al que me debo profundamente como persona y ser social.

Desde está perspectiva múltiple, la única forma como comprendo la salsa, el jazz latino y el son cubano, es decir el conjunto que constituye LA SALSA, intento aportar una vez más a una celebración anual de la que soy uno de sus gestores al ser miembro del comité fundacional. Luego, a consolidar desde la radiodifusión, que venía desarrollando con anterioridad. Y también a participaciones esporádicas en tarima o como asesor, pero siempre siendo observador gozoso y jodón, incluso anónimo.

Ocho días antes de la realización de Salsa al Parque 2011 escribí a manera de posdata en el texto, El Origen de Salsa al Parque, publicado en Facebook, justicieramente comentado por amigos en la red, y en el blog Nuestra Cosa Bogotana, con más de quinientas visitas, una vez conocido el cartel, la programación y los escenarios, el siguiente párrafo, sabedor de la emoción que nos recorría a los salseros y visionario de lo que acontecería en el Plaza de Bolívar, gracias a un conjunto de actividades como el cierre del Mundial de Futbol Sub 20- y a la fama de las estrellas salseras contratadas, entre otros aspectos a favor para su éxito:

“En síntesis, quiero manifestar con anterioridad a la realización de Salsa al Parque 2011 qué, el "éxito" de un evento como Salsa al Parque no puede "medirse" por el número de asistentes a la Plaza de Bolívar, sean estos pocos o "lleno total". Este ítem sólo es un indicador en el plazo inmediato. La asistencia sólo es un factor dentro de su filosofía, políticas, historia e impactos social, cultural y musical. Es importante, como la elección y contratación de "estrellas salseras", como el cartel y calidad de las actuaciones, qué sólo son una parte también. Salsa al Parque es un todo qué, a su vez, es una parte de la gran ciudad, de su cultura salsera ciudadana. Desde ya manifiesto que será un "éxito" en asistencia como la presencia de la nómina en el cartel y en tarima, aunque falta "alguién" o "algunos" de la contemporaneidad salsera mundial”

Podría suponerse que ante semejante cartelera no habría objeción alguna, así como sería de satisfacción plena el observar los escenarios escogidos “hasta las banderas”, sin embargo, insatisfechos quedamos aquellos que pensamos que Salsa al Parque acusa fatiga conceptual –bueno, desde hace unos cuantos años-, estimando que “es hora de la maduración conceptual de un festival actual que goza de una perspectiva retro, profundamente anacrónica y sin dimensionar su fenomenología contemporánea, tanto en su organización como saber y programación, pese a la selección y contratación de formidables músicos y estelares agrupaciones -locales, nacionales y extranjeras- y el cambio administrativo de entidades y funcionarios”. Párrafo también extractado de la reseña El Origen de Salsa al Parque.

Para un grupo de “salseros, latinjazzeros y cubanomelómanos” la presencia de Bobby Valentín, (Rey Ruiz), Ricardo Ray & Bobby Cruz y Roberto Roena, estrellas de un pasado salsero, es tan sólo la confirmación de la mirada en pasado y descontextualizada que padece el Festival. Se alaba la presencia en Bogotá de “verdaderas estrellas salseras” que “nunca” habían estado en nuestro festival con sus orquestas, pero a estas alturas del fenómeno salsero mundial, y del número de versiones de la misma celebración, es inadmisible dejar por fuera del cartel bandas de esa contemporaneidad salsera que muestra nuevos rumbos desde los ochenta, y menos cuando se goza, gracias en parte a internet, de un espectro tan amplio en la salsa globalizada, en la Salsa Global.

Se ha inventariado en más de cuatro mil quinientas las producciones Post-Fania, sin contabilizar las publicadas por solistas de la salsa balada ochentera, realizadas por más de doscientas agrupaciones o ensambles conformados por músicos con calidad igual o superior a esa escena, industria o momento de la historia salsera, que fue aquel escenario comprendido entre mediados de los sesenta a comienzos de los ochenta del que provienen Valentín, Richie Ray y Roena, traducido en buenas cifras, más de treinta años en los que un sector desinformado dió por muerta la salsa, periodo durante el cual solistas como Rey Ruiz asumieron el liderazgo mediático más no el musical.


Durante ese tiempo los salseros inquietos encontrábamos producciones de calidad interpretativa o expresiva en las escenas salseroduras, latinjazzeras, timberas, soneras y de fusión, de las cuales no se daba por enterado el circuito comercial radiofónico local, principal medio de divulgación de las producciones musicales, sumiso a las propuestas masificadoras de las multinacionales discográficas interesadas en el lucro, no en la sensibilización responsable de las audiencias, el fomento de músicos debidamente formados –incluso por la ASAB, entidad del orden distrital- y de realizaciones artísticas distintas a sus productos de escritorio. Es pertinente recordar que la salsa tiene en su esencia histórica un carácter alternativo contestatario, goza de un aspecto identatario en su posicionamiento y una de sus tendencias más interesantes es la Salsa Conciencia, derivada de su caracter socio libertario.

En buenos términos, Salsa al Parque que nació como propuesta alternativa terminó cooptado por aquella concepción que rumora que “la salsa, el jazz latino y el son cubano” son “cosas” del pasado, que todo tiempo anterior fue mejor para estas prácticas musicales, cuando resulta que IDARTES tiene todo a su favor para producir un evento participante y participativo que reúna la tradición, la modernidad y la vanguardia de la SALSA local, colombiana y mundial, y no únicamente en la ejecución musical sino en todos los frentes que componen el fenómeno cultural salsero, por cierto, tan desfavorecido frente a la suerte de la privilegiada cultura rockera, admirable como expresión, lenguaje y estética.

Una pregunta ¿si muriera toda la "vieja guardia" -que seguramente así sucederá por esas cosas de la condición humana- se acabaría Salsa al Parque? Interrogante consecuente con la “creencia” que el periodo que sigue al dominado por Fania fue el correspondiente a la era de la Salsa Balada diseñada en las oficinas de la industria fonográfica, la "tendencia" que le negó trascender a un buen número de nuestros músicos, con sus proyectos discográficos -al tomarse la radio colombiana- más allá del casco urbano de una ciudad como la capital. De acuerdo a esa logicidad, en contados años tendríamos en Salsa al Parque una programación donde Víctor Manuelle, Mariano Cívico y Tito Rojas seran las “estrellas del afiche”, precisamente los “artistas que sus producciones” alejaron a los “salseros duros“ para refugiarse en el jazz y la “World Music” y a los jóvenes “urbanos” a no querer saber nada de esa "mermelada romanticoide" por “mantecosa y traqueta”, hasta que apareció hace una década, en Bogotá, La 33 Orquesta con su parafernalia “rockera” despertando esa “alma latino” que dormitaba dentro de las "más" recientes generaciones “urbanas”.

Hasta donde sé -escribía de mi experiencia con Salsa al Parque, además de trabajar con el Distrito en vigencias anteriores, y de “tener algo de información” en administración pública-, qué este festival -como los otros “Al Parque”-, como fiesta “estatal del orden distrital” debe acatar una funcionalidad como agente sensibilizador, formador, actualizador y fomentador de ciudadanos, funcionarios, gestores, pedagogos, músicos, difusores y públicos. En consecuencia, Salsa al Parque, como toda realización pública, incluso cultural y artística, no puede ser medido o cuantificado como “empresa con ánimo de lucro” que solo espera rendimientos de acuerdo a su costo beneficio, traducido a términos comprensibles: “La Plaza de Bolívar llena como Rock al Parque en el Parque Simón Bolívar".

Cierto, fue todo un espectáculo ver la Plaza de Bolívar colmada, bonita la noche del viernes –igualmente la tarde del domingo en la Media Torta-, el clima aceptable después de la lluvia, buena la producción, excelente la orquesta colombiana que acompaño a Rey Ruíz, bien por el repertorio clásico de Valentín y mejor aún por la actuación de Roena, sentido –y sorpresivo- el homenaje pirotécnico y sonoro a Joe Arroyo y también por parte de Ricardo Ray & Bobby Cruz –¡qué homenaje, "lo mejor de la noche", se observaba gente profundamente compungida!-, pero hemos sido testigos de la Plaza de Bolívar copada con artistas de otros géneros y de menor calibre y prestigio, incluso con salseros tipo Rey Ruíz en la tarima. Valga subrayar las sobresalientes actuaciones de Mayte Hontele –respaldada por músicos colombianos-, de los Hermanos Purizaga –también con músicos locales-, de Calambuco Orquesta –estrenaron "carismático" cantante- y, por demás, la perfomance de La 33 siempre generosa con su público. Y, de las bandas locales clasificadas, ¿qué? De ellas, “ni pio”.

O sea que el asunto a tratar no es el fabuloso cartel que incluía tres “superbandas” salseras: Bobby Valentín y su Orquesta, Roberto Roena y su Orquesta y Ricardo Ray y Bobby Cruz con su Orquesta y un Rey Ruiz merecido por sus seguidores y hasta por la misma 33 Orquesta, a la que le celebramos una honroso decenio de esfuerzos y logros. ¡No siempre se cumplen diez años! Un cartel, quizás, el mejor que ha programado en su historia Salsa al Parque, casi a semejanza de los privados con ánimo de lucro que organizaba Ralph Mercado hace más de dos décadas en el Madison Square Garden de Nueva York, pero resulta que desde entonces “mucha agua ha pasado por debajo de los puentes”.

Entonces, en el orden del día, puesto en la mesa de Salsa al Parque, el punto número uno a tratar es Conceptualización, debate en el cual deberá incluirse como ítem el lugar que ocupa el Festival dentro del amplio espectro salsero mundial y su papel como agente formador, integrador y dinamizador local y global, para transformarlo en un festival de referencia de “artistas, comunicadores y públicos” en el planeta y no desde la oferta privada de los “managers” interesados en ganarse unos “doláretes”. Con esta postura quiero expresar que el certamen anual debe ser realizado observando políticas públicas, una planeación estratégica integral con los otros eventos "Al Parque" y el conocimiento pleno del género, para desde allí socializarlo y, entonces si recibir “portafolios de estrellas” elaborados por los mismos "managers u otros" y demás PROPUESTAS provenientes del amplio espectro salsero conformado por lo folclórico, lo tradicional, lo clásico, lo comercial, lo independiente, lo alternativo, lo experimental y lo “underground”. En realidad, no solo deberían someterse al filtro de las eliminatorias los “desafortunados” grupos locales que merecen un mejor trato en los horarios, sino también toda carpeta musical que llegue a los escritorios de los directivos y “asesores”, unidad que debería estar constituida por funcionarios y “notables en la materia salsera” con operatividad anual y actividades los doce meses en beneficio de todos los constituyentes del complejo salsero en la capital.

Bueno, mientras este proyecto se concreta, por ahora, qué tal un Salsa al Parque que duré tres días, descontando las jornadas de formación para los músicos, de apreciación salsera para los “interesados”, de exposición discográfica para los coleccionistas, de memoria para la creación de un archivo, de “actualización” para los periodistas musicales y de reflexión para los investigadores, porque no realizar el viernes en la Plaza de Bolívar -espacio público que a algunos ciudadanos no nos atrae por atentar contra la asistencia en familia, dada las condiciones de seguridad y movilidad de la ciudad y las horas nocturnas en que se celebra- donde se programarían artistas para que “copen” el aforo; el sábado en la Media Torta, propuestas independientes, experimentales, alternativas y “underground”, “importando poco si asistímos cinco pelagatos”, y el domingo en la misma Media Torta, orquestas de nuevo populares, comerciales, clásicas o famosas para que “llenen” el coso, teniendo la deferencia de programar el viernes y el domingo a los dos grupos locales de mayor puntaje “entre” los artistas o agrupaciones con cartel y prestigio. Traduciendo, este año debió agendarse a DejaVú Orquesta entre Roena y Ricardo Ray. Ese si era el mejor premio a su perfomance en eliminatorias –siendo coherentes con las políticas de un evento estatal y público y no privado-, en lugar de ser la banda de apertura de una programación cuando no asiste nadie “haga sol, llueva o relampagueé”, y además, sin transmisión de televisión para colmo de la orquesta con el mayor puntaje. Igual el domingo, debió turnarse a Enclave Latino antes de La 33, por las mismas razones, aunque en esta ocasión el domingo no hubo televisión, sabiéndose que Canal Capital lo dirige un periodista “salsero”.

En este orden de ideas, qué cubrimiento mediático tan huérfano que sufrió una vez más “Salsenicienta al Parque” sin compararlo con Rock al Parque que en cambio cuenta con el beneficio de ser “caja de resonancia” de una industria del entretenimiento sonoro multinacional y multimillonaria sin parangón en la historia mundial de la cultura, las artes, los medios y la música. La inquietud que asalta es porque con lo “exitoso” que es Rock al Parque en todos los sentidos, el Distrito Capital no lo convierte en un ente con autonomía administrativa, patrimonial y presupuestal propia de carácter público, al fin y al cabo, está soportando sobre la industria del rock con todo su posicionamiento, penetración, andamiaje y parafernalia, de esa manera los dineros que anualmente se destinan a él se los invertiría en “los otros” Festivales al Parque para hacer justicia con esa “desfavorabilidad” mediática y comercial de la que gozan o, mejor, padecen. Si es que el asunto es de presupuesto y no únicamente de conceptualización, conocimiento e imaginación como tradicionalmente se ha aducido. La verdad, Rock al Parque no es exitoso por ser organizado por el Distrito sino por ser parte del universo rockero.

Bueno, mientras está propuesta se estudia y se hace viable, porque la organización, o mejor la Administración Distrital, en el momento que establece los porcentajes y cuantías de la multimillonaria pauta publicitaria a desembolsar en beneficio de los poderosos medios de comunicación, cifra en nada despreciable, diseña una estrategia pensando en una “retribución equitativa y justa para aquellos eventos menos favorecidos por el impacto mediático”. Por ahora, vale la pena resaltar el cubrimiento que hizo Laúd Estéreo el día viernes desde la Plaza de Bolívar, infortunadamente se quedó a mitad de camino, ya que el domingo hasta Canal Capital brilló por su ausencia en la Media Torta. Aquí es cuando “salta a la vista” la falta de astucia, compromiso o táctica del Distrito Capital a emplear en beneficio por aquellos festivales distintos a aquel que los medios “musicales y juveniles” proyectan como objetivo anual por ser altamente rentable y disfrutar de alta audiencia, razón por la cual le disponen sus mejores horas, “expertos”, equipos y cubrimiento.

Otro punto que debería tratarse es la creación de un archivo distrital salsero con la memoria e historia de la salsa en la capital y sus festivales Salsa al Parque, ya que asalta una vez más el desconocimiento que los organizadores tienen también de la salsa en la ciudad, existiendo testimonio vivos, “en carne y hueso”, de lo acontecido en Bogotá en materia salsera. La salsa en nuestra ciudad no nació con La 33, antes de esta prestigiosa orquesta, Willie Salcedo y Gustavo “Pantera” García fueron precursores con referencia a lo musical. ¿Acaso Eddie Martínez y Joe Madrid no produjeron más discos de salsa que álbumes de jazz? Y Jorge Fadul, ¿donde lo podemos ubicar? ¿Porque no invitar a Francisco Zumaque a montar con la Orquesta Filarmónica de Bogotá eso temas que arregló para Eddie Palmieri, Joe Cuba y la “Fania All Stars”? Y, ¿qué hacer con el aporte de los músicos afrocolombianos, "costeños" y pastusos? Además, deberían ser invitados a ser parte de la organización, asesoría, contratación, proyectos, programación y galardones. Por cierto, ¿porqué razón al "cuerpo de asesores" no se les consideran honorarios, acaso su saber o conocimiento no es tan importante como el ejecutado por cualquier funcionario, operador o músico en tarima? Por ahora, porque no se crea el premio Benny Bustillo, "padre de la salsa bogotana", a la vida y obra de un músico salsero o latinjazzero “bogotano”.

Finalmente, en Bogotá estamos desactualizados en materia de salsa, jazz latino y música cubana. Se cuentan con los dedos los estudiosos, expertos y difusores con una visión conceptual, histórica, integral y global del fenómeno salsero, sin embargo, desde hace unas seis versiones de Salsa al Parque hacia el presente, hemos gozado de un buen número de agrupaciones locales -¡qué paradoja!- con un sonido y repertorio propio “más” actual, y no es La 33 –ya que su sonoridad es setentera-, que muestra que entre los músicos jóvenes y urbanos existe la voluntad de enfrentar, a todo riesgo, la salsa con un sentido contemporáneo. Si los organizadores observaran esta tendencia con seguridad traerían propuestas del presente con el fin de estimular a esos jóvenes y proyectos que en un futuro serían la vanguardia y un logro de Salsa al Parque y de la escena bogotana. ¡No se puede asesinar la primavera! En el fondo, es síntoma, estos músicos generacionales están manifestando que “la salsa vieja o clásica no es lo último en guarachas” sino que existe un inquieto presente con modernidad y un futuro por conquistar desde la independencia y la alternatividad, desde la música, no desde los formulismos comerciales.

En fin, IDARTES, es decir, la Administración Distrital está obligada a cumplir con moral ciudadana, dejando de ser una especie de productora de conciertos espectaculares -por lo visto en Salsa al Parque 2011- a semejanza de "Jorge Barón y su Show de las Estrellas". Como lo comenté con amigos y conocidos en Facebook, se desconoce el presupuesto asignado a Salsa al Parque 2011, pero se espera que el "dinero invertido" en la nómina de lujo NO sea "flor de un fin de semana" con motivo del Mundial Sub 20, que haya sido por mostrar la "cara amable" de una Bogotá. Asunto aplaudible, más no suficiente. Ojala que hubiese sido en pos de la cultura salsera ciudadana, de aquella que el investigador puertorriqueño Elmer González alabó al expresar que lo había sorprendido el comportamiento de los salseros bogotanos "sin arrojar una colilla de cigarrillo al piso o una lata de cerveza vacía a la grama" con ocasión de Salsa al Parque 2008. Y todos, a su vez, estamos a obligados a rebasar esa perspectiva que existe sobre la existencia de una sola corriente “dura” al interior de la salsa, ese prejuicio que torna anacrónico al festival, la tendencia impuesta por Fania Records desde los setentas, la manifestante que la salsa esta muerta, sin renovación alguna, el referente que hace tediosa “nuestra cosa bogotana”. Bienvenido Jazz al Parque por ahora, que por cierto con entre su elenco con una banda de "latín jazz"...

De todas formas, como lo expresa Roberto Roena, "lo baila’o quien nos lo quita", sin embargo, la salsa no sólo es baile, es cultura…


P.D.: ¿Por qué Salsa al Parque no es coordinado por personas con experticias en asuntos salseros?


2 comentarios:

  1. De acuerdo con su comentario Fernando, sin embargo, lo mismo se puede decir del evento de coleccionistas de discos, quienes sacrifican el sabor tras el fetiche del acetato más raro; del único LP que produjo alguna orquesta sin ninguna relevancia, cuyo mérito sólo radica en su extravagante precio de venta al público en la tienda de algún mercachifle de los que existen en todo el país o en las redes de subastas mundiales. Faltan cadencia y perspectiva, pues en el Caribe existen varias corrientes posteriores al son, la pachanga, el mambo y la salsa se los setenta, si bien todos reconocemos en la vieja guardia el punto de partida, el ejercicio del melómano consiste en recorrer el camino completo pasando por la diversidad de ritmos y géneros, confluyendo lo clásico y las nuevas tendencias. En ese sentido, se extrañan los programas de "Salsa por encima del nivel", en Quiebra Canto, en el centro de Bogotá, lugar al que la mayoría de personas que en esta ocasión mostraron sus rarezas no asistieron, y que fuera la escuela y punto de partida, es decir, donde realmente se cocinó lo que hoy es posible gracias a esos pioneros, contando incluso con uno ya fallecido y que continuara ese trabajo entre pedagógico y de alguna forma mesiánico en La Corredera; a la mayoría de las personas de entonces hoy nos fatiga contemplar las muestras de los coleccionistas, con contadísimas excepciones, por su escaso feeling y lectura sesgada. La música del Caribe urbano, que reclama su espacio en la ciudad capital, requiere a gritos de los organizadores de estos certámenes la inclusión de todas las tendencias y formatos, es decir, que en el evento de coleccionistas no solo tengan cabida el acetato, el son, la pachanga, el mambo y el guaguancó tocado por orquestas con secciones fuertes de trombones, sino donde además la timba, la salsa rosa, entre otras formas caribeñas, así como el disco compacto puedan tener su lugar; todos los salseros tienen derecho de contar con preferencias, no obstante, la organización del evento debe reconocer la diversidad que rodea el fenómeno no sólo para el bailador, sino también para quienes hacemos lecturas de otros órdenes. Si el evento no incluye todas las formas, la dirigencia del mismo está llamada a replegarse y dar paso a nuevos organizadores con una visión que haga gala de que la salsa no es anacrónica, sino que permanece vigente y en plena actualidad.

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  2. Me parece que en ciertas partes de su escrito es veridico con lo que dice, tambien hay que decir que se contradice en algunas, deberia darse mas publicidad (que de echo salsa al parque la tiene, no como rock al parque pero si la tiene)a las bandas ganadoras de las convocatorias, pero en este momento las orquestas que ganan las convocatorias las tienen de relleno en ese orden de ideas de que sirve ganar una convcatoria si no se da lo que se merece ni siquiera en dinero, he visto agrupaciones con musicos realmente salseros y conocidos a nivel nacional tocando en un escenario a las dos o tres de la trade donde nadie asiste, los medios y la gente idealizan a la 33 por decir que es la salsa bogotana, Que irrespeto!!! con los musicos y agrupaciones que deverdad hacen salsa y que han dedicado sus carreras a estudiar el genero salsero, en conclusion: mas difusion a las bandas ganadoras de las convocatorias y si bien es cierto que la musica evoluciona tratemos de apoyar grupos con nuevas ideas pero con su enfasis y base en la salsa y con musicos que realmente sepan lo que estan tocando y dedicados a el genero, no aquellos que lo hacen mal y se creen los mejores llegando a decir en festivales internacionales que ellos son la salsa colombiana y que grupo niche no tiene nada que hacer al lado de ellos (ya saben a que orquesta me refiero - 33 - ) en fin siempre habra intereses de por medio y asi es muy complicado.
    Gracias por este espacio para un ciudadano mas intersado por el genero salsero desde siempre.

    Gracias

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