domingo, 27 de noviembre de 2011

TOTO, LA SONERA


Fernando España
Miembro Salsa Global
Bogotá, Colombia.
 Nada se crea,
nada se destruye,
todo se transforma.

Antoine Lavoisier

El día que se publique la historia de la salsa en Colombia, ese texto deberá incluir un capítulo sobre la cumbia, el porro, la gaita y los históricos sextetos soneros de la Región Caribe colombiana, área con una extensión de 132.288 km² que supera a Cuba en 11.428 km², topografía resultante en la que podría caber la isla de Puerto Rico con sus 9.104 km² y sobraría una porción de suelo.

En otras palabras, jugando con la imaginación, la Costa Atlántica podría ser el territorio de mayor dimensión de las Antillas, esa cuenca cultural alegrada por los ritmos en clave derivados del mestizaje africano, amerindio y europeo, donde el son, la danza y la rumba, en particular de gestación y procedencia cubanas, marcaron el destino del complejo musical denominado salsa inmiscuido por Michi Sarmiento y otros precursores de la "Salsa Made in Colombia" nativos de este ancho y largo terruño "rodeado" de aguas.

Chichimaní Colombia,
Ay chichimaní
colombitana... 

De está zona del planeta, cuya idiosincrasia, oxígeno e historia se comparte con alegría, optimismo, dolor y nostalgia, es natural Totó La Momposina, la cantaora que recibió el jueves 24 en Bogotá -la ciudad que la acogió en los sesenta siendo una joven- el Premio Nacional Vida y Obra otorgado por el Ministerio de Cultura de Colombia. Una mediterránea geografía de confluencia cultural desde los tiempos de la colonia, un cruce de rutas acuáticas y vientos cálidos, de donde son los sextetos con ancestro que desde los albores del siglo XX ejecutan sones influenciados por las agrupaciones orientales cubanas con epicentro en Santiago de Cuba, aldea incrustada en el centro de una región que era oriental para La Habana pero occidental para Cartagena de Indias, puerto marítimo en el litoral sudamericano de permanente intercambio comercial y cultural con los muelles caribeños de otrora eras.


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Cartagena de Indias (1533) fue hasta comienzos del siglo XX la puerta de ingreso y salida de la Colombia interiorana, en particular para los puertos fluviales sobre el rio Magdalena como Mompox y Magangüe, patria chica del padre de Totó, un zapatero que le enseño a su familia el arte manual con el que superviviría el clan una vez afincado en el bogotano barrio del Restrepo, asentamiento de salseros que convirtieron los lunes en día para lucir, desde el domingo, sus lustrados zapatínes a dos tonos para envidia de los demás tiradores de paso en Salsoul, la salsoteca de Alfonsito Martínez. Allí, era frecuente ver a los Bazanta Vides haciendo fila en la calle para ingresar y luego bailando en la pista animada por los acetatos pinchados por un adolescente Álvaro “Chocolate” Quintero bajo la escucha del locutor barranquillero Miguel Granados Arjona.

Allí en Salsoul se bailaba un son montuno cubano, de útil referencia para este transcurrir, cuyo estribillo canta así:

A Baracoa me voy,
aunque no halla carretera
aunque no halla carretera
a Baracoa me voy…

Un son tradicional con autoría añeja que después, más entradito uno en estudios, viajes y años, entendería a cabalidad por que el coro cantaba “aunque no halla carretera”. Era de verdad, no había carretera para ir a Baracoa, era un apunte de crónica más que gracioso rimar, pues el municipio más “dominicano” de Cuba tenía hasta bien avanzada la Revolución un intercambio más frecuente con las naciones que constituyen La Española qué con las demás ciudades de la Isla. La ausencia de una vía transitable por vehículos aislaban a la aldea aún más, ya que entre la bahía de frente a Haití y la campiña guajira se erigen las montañas de Baracoa, que distanciaba por tierra a la primera villa cubana fundada en 1511 por los españoles.

Baracoa está ubicada en aquel territorio que surcó la liberta dominicana Teodora Gines, que establecida en Santiago de Cuba escribiría alrededor de 1580 el primer son que se tiene noticia, El Son de la Ma´ Teodora, que algunos estudiosos se lo atribuyen a ella. La Gines era oriunda de Santiago de los Caballeros (1495) en República Dominicana, la cuna de Johnny Pacheco el fundador del sello Fania y de la orquesta Fania All Stars. Es decir, estamos de cara a un cuadrante sonoro en clave que se plantea como el ámbito donde surgió el son, cuya patria potestad ahora entraron a disputarla los dominicanos con historia, argumentos y nuevas lecturas e interpretaciones inter - multidisciplinarias.







A la larga es el mismo son, que al observar la partitura y escuchar su interpretación, se da razón a quienes manifiestan que es el encuentro de la contradanza europea y los acentos africanos en tierra americana, la misma estructura que tendría un desarrollo semejante en el Virreinato de la Nueva Granada y que despuntando el siglo XX sería importado en su versión moderna por los trabajadores cubanos al servicio del ingeniero santiaguero Francisco Javier Cisneros –quienes tendieron los rieles de los ferrocarriles nacionales- y de los ingenios azucareros en las sabanas de Bolívar, vasto territorio donde florecieron grupos soneros como el Habanero que inspiraría a músicos palenqueros a crear sextetos como el aún vigente Tabalá originado en los treinta, antecesores de Michi Sarmiento y otros precursores de la "Salsa Made in Colombia".

De aquel auge con acervo surgiría un tamborero con sangre africana como Paulino Salgado, conocido como Batata, integrante durante una larga temporada del grupo de tambores, cuerdas y vientos de Totó, la Bazanta Mayor, cantaora de Talaigua allí en la isla de Mompox, de donde tuvo que emigrar junto a su parentela hacia Barrancabermeja, para desde ahí volver a huir hacia la capital en busca de refugio a causa de las violencias bipartidista y social padecida por los colombianos, consecuencia del conflicto por la tierra desde tiempos coloniales cuando los españoles se apoderaban en nombre de Dios de las ajenas tierras indígenas. Una vez aquí, salsotecas como Salsoul servirían de entretenimiento recreativo a los Bazanta, famosos en su cuadra por los bailes cantaos, las parrandas con música de acordeón y los sones cubanos que ofrecían con la presencia de gente famosa y trovadores de la Costa, cuando aún Peter Gabriel no había hecho suyo el nombre Real World y Gabriel García Márquez se aproximaba al Premio Nobel de Literatura.

Lo demás, ya lo conocemos, qué Totó canta sones de su legado, qué Susana Baca es ministra de cultura del Perú y qué las dos, como Rita María, son prolongación de la Ma´ Teodora. Por todo esto, y aún más, el día que se publique la historia de la salsa en Colombia deberá incluir un capítulo sobre Totó, La Sonera. 







Moraleja: Es momento oportuno y pertinente para empezar a hablar con responsabilidad del son colombiano con el fin de aportar unas coordenadas antropológicas más al polémico dilema ¿quien fue primero, la gallina o el huevo?


TOTO, LA MOMPOSINA, ENTREVISTADA POR JUAN CARLOS ROQUE DE RADIO NEDERLAND

domingo, 20 de noviembre de 2011

LA REAL TUTAINA


Salsa Global
Redacción.
Bogotá, Colombia.

Adentrándose en la información posteada en el blog Nuestra Cosa Bogotana, que adelanta la construcción de la memoria del son, el jazz latino y la salsa en Bogotá, aparece la lista de reproducción de la Real Charanga, una de las agrupaciones del movimiento salsero de la capital colombiana, qué además de integrarlo es un colectivo musical de notable calidad -con un buen número de presentaciones anuales en salsotecas locales- pero sin la suerte “extranjera” de La 33, la banda que lidera lejos la escena de la urbe andina, consecuencia de su trabajo musical y estrategia promocional.

Pues, la Real Charanga en su reproductor muestra tres nuevos temas musicales que se anexan a sus obras publicadas en tres álbumes y de los cuales se han destacado El Inspector Charanga, Güagüanco a lo Bach, Jueves Inn, Faracateo, Candela y Relato en Cinco. Hasta aquí nada novedoso que en absoluto se sepa. Lo innovador de los cortes es que son villancicos, cantos navideños para una temporada que aunque corta es la más importante del año por todo lo que significa.

Y la Real Charanga, no se ha querido quedar por fuera de ella con el registro en audio y de la buena interpretación sobre excelentes arreglos de piezas que se vienen a sumar al buen número de muestras salseras que celebran la navidad, especialmente en Puerto Rico, país donde las fiestas decembrinas gozan de un valor social, y hasta político si se quiere, tan maravilloso musicalmente que supera los ámbitos espirituales y religiosos originales.

Pues, nuevamente, la Real Charanga se sale con la suya, anteriormente adaptando pasajes de la música clásica puestos en clave como cualquier charanga que se respete –cosa que seguirá produciendo-, ahora con Tutaina, Din Don Dan y Campanas de Belén -recomendado especialmente-, villancicos en salsa que vale la pena escucharlos, bailarlos, destacarlos y difundirlos.

A la Real como a La Mambo Big Band y La Conmoción, que está semana se presentó en Brasil, por su constancia, perseverancia y "berraquera", el mejor de los destinos, pero interiorizando que “una golondrina no hace verano”, refrán que también “le cae” a todas las demás orquestas bogotanas, exceptuando a La 33 y a Alquimia, que regresa con todo.

Y ojala que no sean sólo tres sino diez, un álbum completo. Cuenten con nuestro apoyo y que cada salsero bogotano los programe en sus novenas familiares que hay Real para rato y para todos los barrios.


Tutaina tuturuma
Tutaina tuturumaina
Tutaina tuturuma, turuma
Tutaina tuturumaina.

Los pastores de Belen
Vienen a adorar el niño;
La Virgen y San Jose
Los reciben con carinno.

Tutaina tuturuma
Tutaina tuturumaina
Tutaina tuturuma, turuma
Tutaina tuturumaina.

Tres reyes vienen tambien
Con incienso, mirra y oro,
A ofrecer a Dios su bien
Como el mas grande tesoro.

Tutaina tuturuma
Tutaina tuturumaina
Tutaina tuturuma, turuma
Tutaina tuturumaina.


ComScore


Por ahora, un abrazo y un feliz diciembre les desea Nuestra Cosa Bogotana.

¡Somos Salsa Global...!





domingo, 13 de noviembre de 2011

LA 33, MAS QUE UNA ORQUESTA


Salsa Global.
Editorial
Bogotá, Colombia.

Está es una producción
que no huele a jabón chiquito.

Pablo Martínez

Con el nuevo logro que La 33 ha obtenido, el galardón a Mejor Video InVitro Visual recibido durante los Premios Shock 2011 por el video clip La Reina del Swing, la exitosa agrupación bogotana confirma una vez más qué es una entidad qué está más allá del sólo hecho musical.

No sólo por su intenso mercadeo en internet -y promoción en Facebook- con el objeto de motivar a sus fanáticos a votar en favor de su nominación, sino por otras actividades que realiza, o acompaña, cómo muestran o visibilizan los vídeos que frecuentemente sube a la red, productos audiovisuales en distintos formatos que son visualizados, libreteados, rodados, grabados, editados, musicalizados y publicados por ellos mismos y amigos cercanos a su organización artística como Julian Velandia y Simona Sánchez, presentadora de TV, símbolo juvenil femenino de una generación MTV, City TV y Sub 30, comunidad audiovisual y multimediática a la que están ligados la gran mayoría de los miembros de la banda como los integrantes del "aguante" que sigue a la orquesta en Colombia y el mundo.

En You Tube, por ejemplo, una red que permanente surte el equipo destinado para tal fin, usted puede encontrarse con adelantos de sus próximos lanzamientos o eventos, clips de sus temas tocados en escenarios del mundo, entrevistas en programas de televisión a sus integrantes –no sólo a sus directivos o dueños como en otras “agrupaciones”- y varios documentales que narran su trayectoria así como cuentan sus giras por América, Asia y Europa, en donde sobresalen dos "vídeo comic" Ponlo a Sonar y La 33, celebrando 10 años, que permiten observar los otros terrenos que pisa La 33 como colectivo artístico que entiende el "modus operandi" de la actual industria "glocal" -local y mundial - del entretenimiento musical. 







Una labor de talento creativo, autogestión cooperativa e identidad corporativa que posibilita verlos integralmente como artistas, facilitando a la prensa y, en particular, a su público estar al tanto de su cotidianidad, producciones, presentaciones, tures y triunfos, documentos donde se comprueba porque han permanecido como grupo humano durante una década. ¡Cosa nada fácil! Aniversario que ha sido celebrado con las publicaciones de un documental -Breve historia de una idea sabrosa-, de uno de los "vídeo comic" mencionados y una fiesta organizada para el 2 de diciembre con la participación de la banda de rock Los Aterciopelados y la "fusión band" Systema Solar.

Un trabajo integral de inspiración, solidaridad y transpiración que es parte de un proceso, dinámica, visión, mística, emprendimiento, identificación, negociación y promoción que hace la diferencia, no solamente con las orquestas salseras conformadas por músicos colombianos de generaciones anteriores -críticos tercamente obstinados- sino con las otras agrupaciones del movimiento orquestal bogotano limitadas a postear "flayers" de fiestas y vídeos gastados en Facebook, Myspace y Revernation, mientras esperan que la emisora La Z incluya sus discos en su programación diaria.

La 33 sabe qué no basta con aparecer en estos medios, conoce y aplica qué, además de inteligencia, imaginación y gozadera para alcanzar en la actualidad el éxito, se debe realizar constantemente -viene de constancia, de perseverancia- novedosas producciones en distintos lenguajes mediáticos -así como innovación en la puesta en escena- para permanecer frescos ante una audiencia que exige actividad y rotación de sus ídolos y para superar el importante boletín de prensa, la despreciable payola -en absoluto en el caso de la banda retrosalsera- y hasta el mismo Mambo de la Pantera, su catapulta, qué bien pudo haberle significado sólo un comienzo-. 

La banda bogotana en cada logro confirma que es más qué un mero golpe de suerte. Cómo miembros qué somos en Salsa Global, nos unimos a sus 10 años de "gozadera total".






Enlace en Salsa Global: http://salsaglobal.ning.com/profile/Orquestaal33

domingo, 6 de noviembre de 2011

LOS FANTASMAS DE LA TEJA CORRIDA



Fernando España

Extráño verracamente
a La Teja Corrida,
aunque hoy sea uribista.

JolGuTir

Sepan aquellos qué no estén al corriente, qué en la Bogotá de los sesenta existía un tranquilo vecindario reposando sobre sus Cerros Orientales, qué gracias a la edificación de un complejo arquitectónico comenzó a poblarse de cafés, librerías, galerías, restaurantes, bares, "salsotecas" e integrados como La Teja Corrida, centro cultural bailable y salsero.

La Teja fue gestado cuando el sector empezó a gentrificarse, o mejor a aburguesarse, en particular la Carrera Quinta, vía que une al Parque Nacional con el Centro, a la sombra de las Residencias del Parque, ese proyecto habitacional promovido para los estratos medios por el desaparecido Banco Central Hipotecario pero que terminaría cooptado por otros nichos sociales, dada la belleza de sus tres moles de ladrillos escalonados desde las estribaciones de la Plaza de Toros La Santa María hasta el cielo azul empalmado al telón verde de las montañas andinas de la ciudad de Rogelio Salmona.

Por un momento, imaginémos a la Bogotá sin el rojizo naranja de las Torres ascendentes desde el Parque de la Independencia ….... que una vez construidas, durante la alcaldía de Virgilio Barco, transformarían el paisaje urbano de la urbe criolla en crecimiento y en áreas aledañas como La Macarena, colina donde abrirían sucursales el afamado Goce Pagano de la 24 y el no menos Quiebra Canto de la 17, hasta el día aquel del noviembre de 1994 cuando la Corte Constitucional sentenció la tutela en favor de los posicionados residentes del sector hastíados de los amaneceres de bullarangas callejeras por extranjeros a la localidad.

El desarrollo económico del sector conllevaría la dialéctica de su tragedia, la cosa se tornó incontrolable perdiendo temporalmente ese halo que la burguesía bohemia, los artistas esnobistas, la farándula nacional, la intelectualidad noctámbula y la izquierda de caviar le había proporcionado, tal como había acontecido en barrios como el Marais en París, el Soho en Nueva York, el Malasaña en Madrid, el Palermo en Buenos Aires o la Colonia Condesa en Ciudad de México. La Macarena se puso de moda, estaba in vivir en las faldas contiguas al Cerro de Monserrate, en especial en las Torres, conllevando a la valoración del suelo, al encarecimiento de las edificaciones, al aumento en las tarifas de los alquileres y la aparición de los primeros restaurantes en la Carrera Tercera potencializando la zona gastronómica asistida ahora sin vacilaciones metafísicas y preocupaciones económicas por la burguesía criolla.

En verdad, La Teja como espacio cultural había sido antecedido por la Casa Colombia, seguido por el Café de los Poetas y El Palomar, así como de galerías como la Garcés Velásquez, abierta en 1977 en la iglesia abandonada a su suerte por la curia parroquial. Gracias a Dios, La Macarena se transformaba a la sombra de las torres de Salmona en el barrio de los actores, pintores, escritores, catedráticos, intelectuales, periodistas, publicistas, famosos y zurdos, a la par de La Candelaria, aunque menos “mamerto” y en nada combatiente como el sureño Policarpa Salavarrieta, pero qué en absoluto -a diferencia del Greenwich Village en Nueva York- exigía certificación como artista profesional a quienes aspiraban residenciarse en él. Aquí bastaba colgar al hombro una mochila arhuaca, tallarse unos Levi´s desteñidos en el caso de los hombres o lucir una falda hindú en el femenino. Ah, y calzar zapatos de gamuza, importados Hush Puppies o adquiridos en el Mercado de las Pulgas.

Era el distrito de los corridos, de los corridos de la teja, de quienes se les había soltado un tornillo, de los locos, de los desadaptados, de los irreverentes, de los librepensadores, de los alternativos, de los guerrilleros del Chico, de los inconformes, de los contestatarios, de los rebeldes sin causa, de los rebeldes con causa, pero chic.

Aquí, como en la cafeterías del Centro que vendían tinto, también se cambiaba el país pero mojando la palabra con un café expreso servido al discreto encanto que habitaba en las librerías que avizoraron el quehacer de la actual Luvina, mientras se escuchaba la música clásica de la emisora HJCK, El Mundo en Bogotá, o un hilo de canciones que emanaban de un casete parsimonioso en el que rodaban guturales las voces de Edith Piaf, Charles Aznavour, Jacques Brel o Yves Montand. ¡París estaba cerca!

Junto a Las Torres, La Teja se convirtió en el sitio tradicional del barrio y de la Bogotá zurda, motivando la creación de discotecas de todos los pelambres qué finalizando los ochenta alterarían la aburguesada cotidianidad de la encopetada Macarena, tan distinta en su personalidad festiva al jolgorio de la naciente Zona Rosa de la 82 o de la Pepe Sierra, La Calera, Galerías y el Restrepo, los otros sectores de fiesta en la metrópoli.

En La Teja, qué en su constitución legal aparecía registrada como vinería, taberna y restaurante, siendo por extensión galería de arte y salsoteca de música en vivo, debutaron en su estrecha tarima el Grupo Niche y Guayacán Orquesta, alternando al Son del Pueblo. Según César Mora, actor del Teatro Libre y músico por entonces del Son, fue aquí donde empezó el movimiento salsero de la capital: “Allí tú te encontrabas con todo el mundo, con todo tipo de expresión de la ciudad: la vida política, la vida artística, la vida social, los ministros de Estado iban a tomarse allí sus tragos. Asistía gente del M-19 y hasta conservadores. Sucedía algo bien interesante, era el lugar donde todos se abrazaban sin importar su condición social. Se compartía el ron al son de una misma música: la salsa. Asistía Miguel Granados Arjona, “El Viejo Mike”, quien programaba ocasionalmente música en el sitio. Arribaban artistas internacionales informados que era el sitio donde estaba la rumba como aquel sábado que el Son del Pueblo había terminado su presentación a eso de las cuatro de la mañana, cuando de repente un tipo grande vestido como vaquero, con un chaleco marrón sobre la piel, un pantalón azul, unos tenis blancos y un sombrero de copa, empujó las cortinillas de madera que daban entrada al bar y, sin cantar, gritó:

-          La juma de ayer ya se me pasó, esta es otra juma que hoy traigo yo…

Era Henry Fiol en persona, quien después de su presentación en el Coliseo había llegado allí para seguir gozando. Entonces Jorge Ramos, uno de los socios, cerró las puertas del bar para permanecer allí todo el sábado, la noche del mismo día y el domingo entero. Salimos, quienes estábamos -los músicos del Son del Pueblo más Jairo Varela, Alexis Lozano y algunas de las integrantes de la Orquesta Yemayá- el lunes en la mañana”.

Al surgir a mediados de los ochenta la Zona Rosa en el Antiguo Country, así como al presentarse el descenso en la popularidad de la salsa neoyorquina, el ascenso del merengue dominicano y la consolidación de géneros electrónicos, y la irrupción de la balada salsa, negados en las programaciones de los establecimientos de la Quinta, la gente del norte comenzó a abandonar la rumba en las inmediaciones de las Torres coincidiendo con el arribo de una “chusma” salsera conflictiva que ya generaba problemas en los amaneceres, motivando a los vecinos a iniciar una campaña con carteles en las ventanas, manifestaciones callejeras y acciones de tutela ante jueces y tribunales para erradicar las discotecas, incluido el emblemático local de la rumba cultural administrado para entonces por Mirna, fémina de exuberante tumbao al bailar y curvilíneadas nalgas monarcas de la noche.

Fue entonces, cuando la Corte Constitucional, ente creado por la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, sentenció a favor del derecho a la tranquilidad e intimidad en la zona residencial, dando fin a una querella de tres años de duración, resultando paradójico que el espíritu de la Constitución Nacional, debatido también en espacios como La Teja, El Goce y El Quiebra, por un grupo de constituyentes, así como de sus asesores, fuera parte del cortejo fúnebre. Precisamente en esos escenarios donde se soñó en público el utópico Estado Social de Derecho inalcanzado por los colombianos del presente y que tiene en la tutela el principio de salvaguarda de sus derechos fundamentales adquiridos. En últimas, fueron víctimas de su propio invento, de la dialéctica de la realidad concreta, aunque en verdad La Teja estaba quebrada en razón de un manejo económico congraciado en contraer deudas “por andar fiando y creyendo en las cuentas de alcohólicos”.

Clausurada, nunca más volvió a verse ingresar por la estrecha puerta de la casa republicana a aquellas muchachas que Santiago Gamboa describió vestidas con faldas hindúes, adornadas con collares precolombinos, cubiertas con suéteres de lana y perdedoras durante una noche loca de su parecido con María, la virgen, después de bailar El Ratón con algún amigo experto en Kafka, Gurdjieff o en el cine de Bergman, cómo tampoco retornaron Raúl Gómez Jattín con su desbordada palabra, ni Jotamario, el poeta y publicista nadaísta, quién se quedo sin entrevistar a Jaime Bateman, el hombre más buscado por los organismo de inteligencia estatales, a quién de tanto verlo bailando frente al Son del Pueblo, creyó que en cualquier momento lo abordaría confiado en la inmortalidad de los guerreros. Ni a RH Moreno Durán, David Sánchez Juliao, María Mercedes Carranza y Jaime Garzón, todos fallecidos pero asistentes de aquel "musicantro transgresor", guarida lúdica de jóvenes burgueses como Guillermo Sáenz, hijo del elitista barrio Santa Bárbara, estudiante de antropología de la Universidad Nacional, pasajero en la Nacho del “Jardín de Freud” y sobresaliente bailarín de salsa, quién sin agotar su tesis se fugó a las montañas de Colombia a escudarse tras el alias de Alfonso Cano.

Algo en común tienen los fantasmas de La Teja con las almas del Roxy, qué no descansan en paz.



ADENDA 1:

Las palabras de César Mora son extracto de la tesis de grado 14 Sones, una Historia Oral de la Salsa en Bogotá, de Marcela Garzón Joya.

ADENDA 2:

El presente texto es capitulo del libro sobre La Salsa en Bogotá de Fernando España, próximo a publicarse.