domingo, 15 de mayo de 2011

CRONICA - SIN PASTUSO NO HAY GUAGUANCO...

FERNANDO ESPAÑA



Vamos a brindar a los negros,
vamos a brindar a los negros
los negros del malecón,
por que sin negro no hay
la rumba ni guaguancó

Aura Mayor de Velásquez


En la Bogotá salsera hace carrera la frase “Sin pastuso no hay guaguancó”, parodia graciosa sobre un tema clásico de los Hermanos Lebrón y locución exponente del aporte pastorriqueño al fenómeno cultural salsero bogotano. Se ignora quién se la ingenió pero con absoluta seguridad, por su modo de transgredir con ironía la cotidianidad (1), debió ser alguien con el “chip cuy” en el ADN.

La primera vez que la escuchó fue durante una de las presentaciones del Sexteto Latino Moderno en Galería Café Libro de la 93. Le fue susurrada, con ese acento tan característico del ser nariñense, segundos antes de anunciar "en el timbal, de Pasto, Carlitos Portilla”. Emocionado entonces dirigió su cara hacia la fuente del hilillo melódico conteniendo la intencionada oración, encontrándose de una con el rostro del percusionista, quién lo observaba con malicia de paisano. De inmediato comprendió que era el momento de soltar esa consigna redentora. Al presentador también le corría sangre son sureña por las venas.

“En el timbal... porque sin pastuso no hay guaguancó... de Pasto... Carlitos Portilla”, se oyó a lo ancho, largo y alto del establecimiento nocturno.

Sonrientes los asistentes entendieron el mensaje alusivo en la frase, que desde ese momento aumentó su frecuencia de repetición, siempre pronunciada con la misma gracia de la primera vez ¡polisémica! connotada de historia ancestral, social y política. Soportada en ese Nariño -incaico, africano y chapetón- que hace, baila y escucha música antillana desde los tiempos de Nano Rodrigo, el tumaqueño que durante la primera mitad del siglo XX dirigió una aprestigiada orquesta de música cubana y jazz latino en Nueva York, con la que amenizaba bailes en clubes y hoteles cinco estrellas, siendo uno de los primeros artistas colombianos en ser reconocido en el Madison Square Garden.

Que sepa tejer, que sepa jugar,
tengo que encontrar una linda mujer,
que sepa besar sin ensalivar
tengo que encontrar una linda mujer (2)

Luego de Rodrigo, en los sesentas arribaron a los Estados Unidos, los hermanos Martínez. Juan, percusionista quién integró algunas de las nóminas orquestales de Machito y Tito Rodríguez, y Eddy, pianista y arreglista de piezas musicales para Ray Barreto, Mongo Santamaría, Ángel Canales, Tito Puente, Eddie Palmieri, Gato Barbieri, Bobby Hutcherson, entre otros, incluyendo las Estrellas Fania. Se ignora quién fue la primera persona que en Bogotá dijo, que ese músico que Adalberto Santiago proclamaba en Bilongo como “el pianista del momento, from Colombia, Eduardo Martínez”, era pastuso. Pudo ser Roberto Rodríguez Silva en su programa de jazz en la HJCK o Miguel Granados Arjona a través de su Show por el Circuito Todelar.

- ¡De Pasto! ¿De Pasto?  ¿Un pastuso, el pianista del momento en Nueva York?

La sorpresa fue mayúscula entre los aficionados salseros residentes en la capital, resultaba increíble que un pastuso formara en la orquesta de Ray Barreto, la figura a mostrar en el mercado anglosajón por la naciente industria de la salsa neoyorquina, gracias a su hoja de vida solo comparable con la trayectoria jazzística de Tito Puente, desinteresado en las sonoridades callejeras de El Barrio.  Por entonces, prejuiciosamente se creía en el mundo que la salsa era asunto único de cubanos y puertorriqueños. Algunos años después, superado ese prejuicio, otro rumor era el corriente, qué la salsa en Colombia sólo podía ser tocada por colombianos afrodescendientes o costeños de los dos litorales.

Finalizando los sesentas, Pasto era un municipio que comenzaba a desarrollarse con patrones urbanos como la gran mayoría de las capitales de los departamentos colombianos. No alcanzaba a satisfacer las necesidades básicas de sus hijos, razón que motivo a algunos de ellos a emigrar a Bogotá en busca de estudio, empleo, seguridad, bienestar y triunfos, como lo hacían y lo continúan efectuando millares de compatriotas desde distintas coordenadas del territorio nacional.

¡Ay! que pena me dio cuando los Rodríguez se fueron…(3)

En los albores de los sesenta los Martínez arribaron al Distrito Especial con el afán de materializar el sueño bogotano, y casi por los mismos motivos que migraron de Pasto, siguieron hacia Nueva York, tras el logro del delirio americano, que conquistado facilitó los retornos por temporadas de Eddy a Bogotá, como aquellas jornadas a lo largo de los noventas cuando dirigió la orquesta de jazz latino más importante en la historia de la salsa colombiana, conformada por instrumentistas colombianos, venezolanos y cubanos, con quienes grabó el álbum Privilegio, de notable facturación, con obras propias y arreglos interesantes, que le posibilitaron ese reconocimiento unánime por parte del público especializado del Primer Festival Jazz al Parque celebrado en 1995.

Curiosamente en esa gran orquesta de Martínez fueron visibles las ausencias físicas de los músicos nariñenses establecidos en la metrópoli. Quizá, la sobresaliente fue la del timbalero Germán Villarreal (4), quién iniciándose el siglo XXI fundó la Mambo Big Band, otra superorquesta constituida mayoritariamente por músicos de esa generación intermedia que siguió tocando salsa luego de la desapariciones absolutas de Joe Madrid y su Orquesta de salsa, Washington y sus Latinos, Camaguey Orquesta y el Grupo Mamboré, de las apariciones veleidosas de la Charanga de la Candela, de Willie Salcedo con su Orquesta y de las mujeres de Yemaya / Cañabrava, de las partidas hacia Cali del Grupo Niche y Guayacán Orquesta y a Europa de Yambeque Orquesta, del éxito comercial de los grupos Clase y Alquímia y de la formación de César Mora y su Orquesta María Canela y de Rio Son liderado por Pantera. 

Con Villarreal han corrido análogos los hermanos Rosales, Danny, el pianista, Ricardo, el bajista, y Jairo, el percusionista. En un primer momento con Los Blyztons, agrupación errante de los bares, tabernas, pizzerías y salsotecas del sur capitalino como Rumbaland. Avanzando los ochenta se transformó en el Grupo Changó, con el que alcanzaron cierto reconocimiento radiofónico, pese a que tenían que vérselas con unas audiencias obligadas a consumir balada salsa y merengue dominicano. Pronto, la cruda realidad los condujo a adentrarse en el negocio del acompañamiento de cantantes solistas extranjeros, exitosos y famosos, como Willie Colón, Cheo Feliciano, Ismael Miranda, Andy Montañez, Henry Fiol, Maelo Ruíz o Mariano Cívico. 

Que te haz creido pretenciosa que te haz creido 
que porque me gustas debo vivir a tus pies...(5)

Otros músicos pastusos pares de Villarreal y los Rosales son los hermanos Ortega, Hugo y Javier, sendos percusionistas. El primero, también compositor, acostumbrado a disputar el galardón como autor del tema anual del Carnaval de Negros y Blancos y, el segundo, a ser referenciado como uno de los miembros de aquel Grupo Niche, afinado y afincado, que desde Cali, durante los noventa, recorrió el mundo con su salsa romántica. Los Ortega, como Villareal y los Rosales, intentan siempre estar con sus orquestas en las festividades de comienzo de año en Pasto, con las mismas nóminas que con indistintos nombres conforman los carteles de Galería Café Libro de la 93, su centro de operaciones y control de la noche bogotana, estrategia de sobrevivencia en una ciudad con déficit en establecimientos de entretenimiento salsero, donde solo una salsoteca reúne prestigio, convocatoria, capacidad, infraestructura y resultados económicos, la sede norte del empresario Alberto Littfack.


Noches de Bocagrande,
bajo la luna plateada...(6)

Más son los músicos oriundos de Pasto y Nariño que han participado en la construcción capitalina del fenómeno salsero, como el trompetista Eduardo Maya, el bajista Daniel Eraso, el percusionista Jorge Guzmán Romo, el pianista Noro Bastidas, considerado el "Michel Camilo nariñense", y el extraordinario saxofonista Juanito Benavides, y mucho más, como el mencionado Carlos Portilla son los protagonistas que convalidan la expresiva proposición “sin pastuso no hay guaguancó”, entre quienes se cuela Luis "Bilongo" Hernández, pinchadiscos en los ochentas del histórico Café Libro de la 45 y, años después gestor del Bar Bilongo, antes de ingresar en los noventa a la radiodifusión cultural universitaria, a U.N. Radio, siendo uno de los presentadores y programadores  que con claridad conceptual orientaba sobre los nuevos rumbos que la salsa y el jazz latino tomaban mundialmente.

Hernández fue de esa camada de nariñenses que llegaron en los setentas a Bogotá, como Ricardo de los Ríos, cofundador del primer grupo salsero sonero que tuvo la ciudad, El Son del Pueblo, constituido por actores del Teatro Libre y músicos invitados como Julián Guerrero, creador de un puñado de agrupaciones de son, tango y salsa y arreglista de cientos de canciones como la versión primeva de Canela, cuando César Mora integrando El Son del Pueblo tarareaba la melodía sin poderla publicar, una letra para ser cantada en salsa:

Quiero morirme de manera singular
quiero un adiós de carnaval
quiero tu voz negra canela escuchar
con su frescura natural sincera...(7)

De un grupo migrante, siguiente a esa camada, fue José Arteaga, quién joven vino a la capital a estudiar periodismo y comunicación social en la Universidad Javeriana, centro académico donde investigó el fenómeno cultural y musical de la salsa, apuntes que fueron la base del primer libro compilatorio  sobre este género musical publicado por un colombiano. Anteriormente al año 1990, Arteaga escribía artículos salseros para distintas revistas y periódicos como El Espectador, mientras emitía el programa Salsa, Ritmo y Sabor por la Emisora Jorge Tadeo Lozano, luego de fundar con Moncho Viñas, en Javeriana Estéreo, Caribe y Sol, en el presente la franja más antigua en la radio distrital. Durante los noventa lanzó dos libros más consecuentes con la materia, Música del Caribe y Lucho Bermúdez, Maestro de Maestros.

Tal fue el impacto que causó la aparición en las librerías del libro de Arteaga que en cierto nicho de la comunidad salsera criolla causó escozores y retortijones. A sus pareceres les resultaba (también) increíble que un pastuso, oriundo de una ciudad fría en el sur del Colombia, culturalmente más cercana a Quito que a ese Caribe de seres proclives por naturaleza al guaguancó, se atreviera a escribir sobre salsa subvertiendo la rutina y sin pedir permiso. En el fondo, además de cierta banalidad era desconocimiento de ese Nariño Total y Pacifico irrigado también por sangre africana, como la torrente sanguínea que recorre las venas de Willington Ortíz, con su tumbao, y de Pache Andrade, con su voz cantora de boleros, sones y goles en la radio bogotana.

A mí me llaman el negrito del Batey
porque el trabajo para mí es un enemigo
el trabajar yo se lo dejo todo al buey
porque el trabajo lo hizo Dios como castigo...(8)

Quizá por todo lo anterior, los músicos y aportantes nariñenses en la capital susurran “sin pastuso no hay guaguancó”, tanto para reivindicarse socialmente como para afirmarse culturalmente, consecuentes con ese destino histórico que los condujo a crear con irreverencia justiciera los Carnavales de Negros y Blancos y a socializar su humor, suerte de resistencia política y alusión irónica a todo centralismo discriminatorio y segregacionista.

Guay que sí,  guay que no,
La Guaneña me engañó
por tres pesos cuatro riales,
con tal que la quiera yo... (9)

¡Qué viva Agualongo, carajo! gritó entusiasmado el presentador.

P.D.: ¡No faltaría quién se imaginó a Eddy Martínez afropastuso! 



NOTAS:

1. Sigmund Freud: El chiste y su relación con el inconsciente
2. Glosa de Linda Mujer, son de Rafael Duchesne interpretado por la Orquesta de Nano Rodrigo.
3. Glosa de Los Rodríguez, son de Ramón Rodríguez interpretado por el Conjunto Clásico.
4. Germán es hermano de Carlos Villarreal, músico también quién falleció en accidente automovilístico. Era miembro del Grupo Clase. También me informan que los Villarreal en Bogotá fueron tres, a los dos mencionados debe incluirse el nombre de Fernando.
5. Glosa de Pretenciosa, son de Hansel Camacho, éxito del Grupo Changó.
6. Glosa de Canela, son de César Mora, director de Maria Canela Orquesta.
6. Glosa de Noches de Bocagrande, bolero de Faustino Arias, compositor nariñense.
7. Estrofas de El Negrito del Batey, merengue de Medardo Guzmán interpretado por la Sonora Matancera.
8. Glosa de La Guaneña, obra anónima, himno emocional del nariñense.


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